Sí, como lo dice el título, se buscan directores espirituales (o acompañantes espirituales, si les gustá más el término). Hermanos y laicos, y especialmente laicas, que puedan acompañar procesos de busqueda y encuentro con Dios. Porque como dijo el Papa Francisco en su encuentro con la religiosas, el carisma de la dirección espiritual es dado, no solo a los sacerdotes, sino también a los laicos. Se buscan personas con experiencia de Dios, que sepan escuchar y que puedan ayudar a discernir. Los necesitamos urgentemente como Iglesia. Y, además, los necesitamos urgentemente como Maristas.
Les dejo el texto del Papa Francisco
(Inicio de Cita)
Ahora pasemos a la pregunta: la vida consagrada es un don, un don
de Dios a la Iglesia. Es verdad. Es un don de Dios. Vosotros habláis de la
profecía: es un don de profecía. Es Dios presente, Dios que quiere hacerse
presente con un don: elige hombres y mujeres, pero es un don, un don gratuito.
También la vocación es un don, no es un reclutamiento de gente que quiere
seguir ese camino. No, es el don al corazón de una persona; el don a una
congregación; y también esa congregación es un don. No siempre, sin embargo,
este don es apreciado y valorado en su identidad y en su especificidad. Esto es
verdad. Existe la tentación de homologar a los consagrados, como si fuesen
todos la misma cosa. En el Vaticano II se hizo una propuesta de ese tipo, de
homologar a los consagrados. No, es un don con una identidad especial, que
llega a través del don carismático que Dios hace a un hombre o a una mujer para
formar una familia religiosa.
Y luego un
problema: la cuestión de cómo se acompaña a los religiosos. A menudo las comunidades,
sobre todo femeninas, en nuestra Iglesia local tienen inconvenientes para
encontrar serios acompañantes, formadores, padres espirituales y confesores. O
porque no comprenden lo que es la vida consagrada, o porque quieren
entremeterse en el carisma y dar interpretaciones que hacen mal al corazón de
la religiosa... Estamos hablando de las religiosas que encuentran este
inconveniente, pero también los hombres los tienen. Y no es fácil acompañar. No
es fácil encontrar un confesor, un padre espiritual. No es fácil encontrar un
hombre con rectitud de intención; y que la dirección espiritual, la confesión,
no sea una conversación entre amigos pero sin profundidad; o encontrar a los
rígidos, que no comprenden bien dónde está el problema, porque no entienden la
vida religiosa... Yo, en la otra diócesis que tenía, aconsejaba siempre a las
religiosas que venían a pedir consejo: «Dime, en tu comunidad o en tu
congregación, ¿no hay una hermana sabia, una hermana que viva bien el carisma,
una buena religiosa con experiencia? Haz la dirección espiritual con ella»
—«Pero es mujer»—. «Es un carisma de los laicos». La dirección espiritual no es
un carisma exclusivo de los presbíteros: es un carisma de los laicos. En el
monacato primitivo los laicos eran los grandes directores. Ahora estoy leyendo
la doctrina, precisamente sobre la obediencia, de san Silvano, un monje del
Monte Athos. Era un carpintero, su profesión era carpintero, luego fue ecónomo,
pero no era ni siquiera diácono; era un gran director espiritual. Es un carisma
de los laicos. Y los superiores, cuando ven que un hombre o una mujer en la
congregación o en la provincia tiene el carisma de padre espiritual, se debe
tratar de ayudar a que se forme, para prestar ese servicio. No es fácil. Una
cosa es el director espiritual y otra es el confesor. Al confesor voy, le digo
mis pecados, escucho el bastonazo; luego me perdona todo y sigo adelante. Pero
al director espiritual le tengo que decir lo que sucede en mi corazón. El
examen de conciencia no es el mismo para la confesión y para la dirección
espiritual. Para la confesión, debes buscar dónde has faltado, si has perdido
la paciencia, si has tenido codicia: esas cosas, cosas concretas, que son
pecaminosas. Pero para la dirección espiritual debes hacer un examen acerca de
lo que ha sucedido en el corazón; qué moción del espíritu, si tuve desolación,
si tuve consolación, si estoy cansado, por qué estoy triste: estas son las
cosas que debo hablar con el director o la directora espiritual. Estas son las
cosas. Los superiores tienen la responsabilidad de buscar quién, en la
comunidad, en la congregación, en la provincia tiene este carisma, dar esta
misión y formarlos, ayudarles en esto. Acompañar en el camino es ir paso a paso
con el hermano o con la hermana consagrada. Creo que en esto aún somos
inmaduros. No somos maduros en esto, porque la dirección espiritual viene del
discernimiento. Pero cuando te encuentras ante hombres y mujeres consagrados
que no saben discernir lo que sucede en su corazón, que no saben discernir una
decisión, es una falta de dirección espiritual. Y esto sólo un hombre sabio,
una mujer sabia puede hacerlo. Pero también formados. Hoy no se puede ir sólo
con la buena voluntad: hoy el mundo es muy complejo y también las ciencias
humanas nos ayudan, sin caer en el psicologismo, pero nos ayudan a ver el
camino. Formarlos con la lectura de los grandes, de los grandes directores y
directoras espirituales, sobre todo del monacato. No sé si tenéis contacto con
las obras del monacato primitivo: ¡cuánta sabiduría de dirección espiritual
había allí! Es importante formarlos con esto. ¿Cómo redescubrir esta riqueza?
La vida consagrada para el 80% tiene un rostro femenino: es verdad, hay más
mujeres consagradas que hombres. ¿Cómo es posible valorar la presencia de la
mujer, y en especial de la mujer consagrada, en la Iglesia? Me repito un poco
en lo que estoy por decir: dar a la mujer consagrada también esta función que
muchos creen que es sólo de los sacerdotes; y también hacer concreto el hecho
de que la mujer consagrada es el rostro de la Madre Iglesia y de la Madre
María, es decir, seguir adelante por el camino de la maternidad, y maternidad
no es sólo tener hijos. La maternidad es acompañar en el crecimiento; la
maternidad es pasar las horas junto a un enfermo, al hijo enfermo, al hermano
enfermo; es entregar la vida en el amor, con el amor de ternura y de
maternidad. Por este camino encontraremos aún más el papel de la mujer en la
Iglesia.
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