Estamos por inciar la cuaresma. Un tiempo fuerte en la Iglesia. Al iniciar este tiempo quiero recordar una historia de la vida de San Marcelino. Según cuenta el libro
de Avisos, Lecciones y Sentencias, un día Marcelino comentaba con algunos
hermanos el pasaje donde la madre de San Juan le pide a Jesús los primeros
puestos para sus hijos, expresó que él quería para los maristas tres primeros
puestos, ser los primeros en Belén, en la Cruz y el Altar. El tiempo de cuaresma me parece propicio para la contemplación de la Cruz.
En varias cartas del
Padre Champagnat se encuentran citas sobre la contemplación de la Cruz o de la
Pasión del Señor. Por ejemplo, en la carta PS219 dirigida al Sr. Blas Aurran:
“Estoy
encantado de poder ofrecerle un pequeño testimonio de mi agradecimiento
enviándole las meditaciones sobre la dolorosa Pasión de Nuestro Señor
Jesucristo por Sor Ana Catalina Emerich. Haré depositar esta pequeña obra en
casa del Sr. Boui, superior del Gran Seminario de Aix.”.
Por su otra parte en
las cartas a los hermanos, escribe al H. Avit (PS247): “El pensamiento de la
muerte y de la pasión de Jesucristo es un excelente medio para rechazar todo
pensamiento ajeno y contrario a la amable virtud.” O en la carta PS259: “Dígale
pues a María que el honor de su Sociedad exige que le conserve casto como un
ángel. El medio que usted toma pensando en la pasión y muerte de Nuestro Señor
Jesucristo...”.
¿Qué significaba para
Marcelino el primer puesto en la cruz? Una pista la tenemos en el capítulo VI
de Lecciones, Avisos y Sentencias: “Los hermanitos de María .... Tienen que
amar la cruz, el sufrimiento y la mortificación, pues la práctica de esos
ejercicios da el primer puesto en el Calvario.” Parece que nos encontramos
frente a un texto de ascesis, en las cartas se ve la contemplación de la pasión
de Jesús como un medio para alejarse del pecado. En las lecciones y sentencias
habla de sufrimiento y mortificación, que son propiamente medios de un camino
de purificación.
En esta línea se
encuentran los testimonios de los Hermanos Juan Bautista, Avit y Silvestre que
hablan sobre la manera en que Marcelino, durante la cuaresma, tomaba como tema
de meditación la pasión del Señor: “10. Los viernes ayunaré en recuerdo de la
pasión y muerte de nuestro Redentor” (Furet: Capítulo 3 de la primera parte). “Durante
la cuaresma se esforzaba por instruirnos y estimularnos al amor de Nuestro
Señor, lo mismo que al horror del pecado mortal, que ha sido la causa de sus
sufrimientos y de su muerte” (F. AIDANT, SUMMARIUM, PRIMA
POSITIO, 1910. SUMM 291),
“Durante toda la cuaresma el tema de las meditaciones era tomado de
la Pasión de Nuestro Señor. El buen Padre exigía un perfecto silencio y un
aumento de fervor, durante la semana santa, sobre todo el viernes santo. Pedía
que se cantara el oficio de Tinieblas, y como los Hermanos tenían por lo
general, pocas cualidades, el peso del canto recaía sobre él.” (Avit, 086)
Marcelino aprende, al
contemplar el calvario, el amor de Dios. No se queda solamente en la
contemplación de la Pasión como ejercicio ascético, con el tiempo pasa a ser un
ejercicio místico. Un ejercicio que lo acerca a Dios y lo une, por el amor a
Dios.
En el mismo capítulo VI
de Lecciones, avisos y sentencias (antes citado), aparece un texto que nos
indica que lo más significativo al contemplar la Pasión de Jesús es encontrar
el amor que Dios nos tiene:
“Encontraréis
allí, sobre todo, el amor de Jesús, la más valiosa de todas las gracias. Dios
es caridad, dice san Juan (1 Jn 4, 16). Sí, Dios es caridad en todas partes,
pero singularmente en la cuna, la cruz y el altar, tres lugares donde se
manifiesta su amor infinito; en esos tres lugares, sobre todo, enciende en su
divino amor el corazón de los santos; en esos tres lugares nos hace ver cuánto
nos ama.”
Este amor se transforma
en Redención en la cruz, este será un tema recurrente: Por ejemplo, en la
Biografía del Hno. Furet, en el capítulo XXI que narra la muerte del P.
Champagnat, se menciona como comentario a la última eucaristía que celebró:
“El tres de
mayo celebró la santa misa por última vez. Después de la acción de gracias
dijo: Acabo de celebrar la última misa, y me alegra que haya sido la de la
santa Cruz: por esta santa Cruz nos vino la salvación, y en ella murió nuestro
divino Salvador” (Capítulo XXI de la primera parte).
Al contemplar la Pasión
la ve no solamente como obra del Hijo, la redención se torna una obra
trinitaria:
“Lo mismo
ocurre con la redención: El Padre amó tanto al mundo, que no paró hasta dar a
su Hijo unigénito (Jn 3,16) para salvarlo; el Hijo, a imitación del Padre, ama
tanto a los hombres, que entrega la vida para rescatarlos; el Espíritu Santo
coopera en este ministerio divino, pues por su obra se realiza el misterio de
la encarnación, // y él es quien, al descender sobre los apóstoles para
completar la obra de la redención, santifica las almas y les aplica los méritos
de la pasión de Jesucristo.” (Avisos, Lecciones y Sentencias, Capítulo:
XXXVIII).
Por la oración, la vida
del Marista se vuelve participación de la vida de Jesús, incluida su pasión. Así
pondrá la cruz en una de las primeras explicaciones sobre la finalidad del
Instituto:
“Los Hermanos,
al ingresar en este Instituto, pretenden, en primer lugar, salvar su alma y
hacerse dignos de la inmensa gloria que Dios les promete y Jesucristo les ha
merecido por su sangre y muerte en la cruz.” (Furet: Capítulo XII de la primera
parte).
La pasión de Jesús
vuelva a aparecer cuando habla del tema de los Maristas como apóstoles en medio
de los jóvenes:
“Jesucristo
rescató las almas por la cruz y el sufrimiento. ¡Y nosotros queremos trabajar
en su salvación en medio de placeres y satisfacciones de la naturaleza! Con
tales sentimientos ¿qué extraño que no logremos ningún bien, que nuestro
ministerio resulte estéril?” (Furet, Capítulo XX, segunda parte)
De igual manera a los
directores, les recuerda: “los trabajos que le costó la redención a Jesús” y
les decía:
“3.
Porque la dirección de las almas y la santificación de los niños son fruto de
la cruz, y sólo por la cruz se pueden conseguir. El cargo de Director exige,
pues, necesariamente religiosos crucificados, es decir, hombres abnegados, sacrificados,
mortificados; hombres que conozcan el misterio de la cruz. Ahora bien, conocer
el misterio de la cruz exige estar profundamente persuadido de que las obras de
Dios llevan este sello sagrado; supone considerar la cruz como prenda de éxito
e instrumento eficaz para aceptar en el oficio de catequista y en la dirección
de los Hermanos. (Furet, Capítulo XVII, segunda parte)
La contemplación de la
cruz no es solo para los hermanos, también la propone para los alumnos de los
colegios:
“Dar a conocer a
Jesucristo, hacer amar a Jesucristo -repetía continuamente- es el fin de
vuestra vocación, el fin del Instituto. Si no trabajáramos en ello, nuestra
congregación sería inútil, y Dios le retiraría su ayuda. Insistid, pues, en los
misterios y la vida de Nuestro Señor; hablad a menudo a los niños de sus
virtudes y sufrimientos, del amor que les ha manifestado al morir en la cruz y
de los tesoros de gracia que les ha dejado en los sacramentos. La ciencia de la
religión consiste únicamente en conocer a Jesucristo, que es la vida eterna;
los santos en el cielo no tienen otra ocupación que conocer, contemplar y amar
a Jesucristo; ésa es su bienaventuranza. (Furet, Capítulo VII, segunda parte).
Igual en la Carta al
Hno. Bartolomé le dice:
“No cesen de decir a sus niños que son los
amigos de los santos que están en el cielo, de la Sma. Virgen, y en particular,
de Jesucristo, a quien sus jóvenes corazones atraen y lo vuelven celoso; que
con grandísima pena ve al demonio apoderarse de ellos; que estaría dispuesto, si
fuera necesario, a morir de nuevo en la cruz, en el mismo St. Symphorien.
¡Pobres niños! Agreguen que, "Dios los ama", y que, "yo los amo
también, ya que Jesucristo, la Sma. Virgen y los Santos los aman tanto".
"Saben", díganles también, "¿por qué Dios los ama tanto? Pues
porque son el precio de su sangre y que pueden llegar a ser grandes santos, si
así lo quisieran ardientemente.” (PS024)
Por supuesto, al
contemplar la Pasión no se puede olvidar de María. María que colabora en la
obra de Redención y María que estaba de pie junto a la Cruz. En la cruz Jesús
nos da a María por Madre:
"Hermanos,
les dijo un día, la salvación nos viene por María. De Ella nació Jesús; por
medio de Ella El bajó del cielo, para salvar a los hombres; Por su mediación e
intercesión, obtuvo la primera aplicación de sus méritos en la santificación de
San Juan Bautista. Por sus súplicas, hizo Jesús su primer milagro; a Ella,
desde lo alto de la cruz, le confió a todos los hombres, en la persona del
discípulo amado, para darnos a entender que es nuestra Madre, y que por su
mediación quiere darnos sus gracias y aplicarnos los méritos de su muerte en la
cruz". “(Avit, 196).
Se acerca la cuaresma,
como Maristas es una invitación a contemplar con mayor fervor la pasión del
Señor. Una manera de hacerlo podrías ser la contemplación, en Lectio Divina, de
los evangelios de la Pasión. Este ejercicio nos puede enseñar esa ciencia
oculta que conoció Marcelino y de la que habla el Hno. Furet en el capítulo
XXXVI de su biografía:
“Ahora bien, la
ciencia de los santos según el mismo autor: no se aprende en los libros, sino
en la oración mental, escuela en la que enseña el maestro Jesucristo y en la
que el libro de lectura son la cruz y las llagas del divino Salvador»”.
Que la contemplación de
la Pasión del Señor nos permita acercarnos a aquel lugar donde nos quería ver
Marcelino a todos los Maristas, cercanos a Jesús Crucificado.
* Este texto se presentó inicialmente como conclusión de un trabajo de estudio de CEPAM.
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