Al leer el origen de la Sociedad de María, podemos ver los avatares y motivos de una organización. No parece ser una historia lineal y llena de grandeza, sino una historia con sus sostenidos y bemoles, con avances y retrocesos.
Recordemos en 1812, un joven aspirante al sacerdocio, de apellido Courveille, recibe una inspiración, fundar una sociedad misionera dedicada a María. Al estar en el seminario mayor, comenta esta inspiración y se funda una pequeña sociedad. A ella pertenecían Juan Claudio Colin y Marcelino Champagnat. Marcelino insistió en que en el proyecto se incluyeran “Hermanos” pensando posiblemente en maestros-catequistas. Al ser ordenados sacerdotes se comprometieron ante la imagen de Nuestra Señora de Fourvière a llevar a cabo este proyecto.
Al llegar a sus destinos tanto Courveille, como Colin y Marcelino comenzaron a llevarlo a cabo, Courveille fundando Hermanos y Hermanas, Colin reuniendo a su hermano y llamando a Chavoin para la fundación de las hermanas y Champagnat reuniendo un grupo de jóvenes para enseñarles a ser maestros-catequistas. Pero la división de la diócesis los separará, dificultando la comunicación y la fundación.
Colin redactará las reglas, conseguirá la aprobación de los sacerdotes de Roma y será el primer superior. Champagnat mientras tanto reunirá un grupo de sacerdotes que atenderán a los Hermanos que envía a evangelizar por medio de la educación.
Colin dirá con verdad que el proyecto de hermanos que él mismo se propone y el de Marcelino son radicalmente diversos. En la carta 183 pasiva escribe: “Usted nunca ha acabado de entender este orden y este objetivo de la Sociedad.”.
¿Cuál es el conflicto? Poco antes lo expresa en la carta 183. Colin ve a los Hermanos como domésticos de los Padres y encargados de las “preocupaciones temporales”. Marcelino los ve como agentes pastorales con vocación propia, llamados a evangelizar Francia y el mundo mediante la educación y catequesis. El conflicto era más que anunciado, se trata de dos eclesiologías y dos prácticas evangelizadoras diferentes.
¿Cuáles son las intuiciones de Marcelino? Considero que hay tres que resaltar. Primero, el papel de los laicos, hablando aquí de no-ministros ordenados, Marcelino valora la vocación y misión de sus Hermanos. Los ve vocacionados, llamados por Dios para colaborar en la salvación de los niños y jóvenes para evangelizar, no desde el púlpito, confesionario o altar, sino desde la silla de docente y catequista. Segundo, una Iglesia más amplia, formada no por la jerarquía sin con la participación de los laicos y los religiosos no-sacerdotes. Es una manera diferente, más horizontal y más igualitaria, sin clericalismos, donde casi se puede afirmar que los sacerdotes que viven en el Hermitage están al servicio de los hermanos y no los hermanos al servicio de los sacerdotes. Tercero, Marcelino ve en la educación un medio de evangelización poderoso, más poderoso que el simple catecismo y en la educación católica un apostolado fructífero. Por encima de preferir el trabajo parroquial o las prédicas, Marcelino ve como importante en la re-evangelización la catequesis.
* Este trabajo se presentó inicialmente como conclusión de un trabajo de estudio de CEPAM, reflexiones sobre la misma carta puede ser consultado en la web de CEPAM ( https://sites.google.com/site/cepamespiritualidadmarista/comentarios-cartas-pasivas)
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