El 18 de mayo de 1840, Marcelino Champagnat hizo leer ante la comunidad de L’Hermitage su testamento espiritual. El original se encuentra en los archivos de los Padres Maristas. Es un texto de gran importancia para conocer la espiritualidad y misión marista. Marcelino realiza un compendio de sus enseñanzas y las expresa en un lenguaje lleno de afecto.
Para realizarlo, Marcelino, enfermo en cama, platica con el H. Luis María y con el H. Francisco, les dicta sus pensamientos y los hermanos los ponen por escrito. La escritura (grafía) pertenece al H. Francisco. Este testamento fue leído en presencia de la comunidad, en el cuarto del Fundador. Al terminar la lectura Marcelino agregó algunas ideas. Son los dos párrafos finales.
En algunas reproducciones estos últimos dos párrafos han sido colocados en un sitio más adecuado, por ejemplo, en el texto reproducido en las constituciones de los Hermanos.
El texto que aquí se reproduce esta tomado de los archivos de CEPAM y la traducción la realizó el Hermano Aureliano Brambila, lamentablemente actualmente no se encuentra disponible en línea.
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En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Aquí, en presencia de Dios y bajo el amparo de la Santísima Virgen y de san José, resuelto a transmitir a todos los Hermanos de María la expresión de mis postreras y más encarecidas voluntades, reasumo todas mis energías para redactar mi testamento espiritual , según creo más conforme a la voluntad de Dios y al bien de la Sociedad.
Deseo que reine siempre entre los Hermanos de María una obediencia total y perfecta; que los súbditos, viendo en los superiores la persona de Jesucristo, los obedezcan de corazón y espíritu y renuncien siempre, si fuere necesario, a su voluntad y sus propios juicios. Recuerden que el religioso obediente cantará victoria y que la obediencia es, sobre todo, el cimiento y soporte de la comunidad. Animados de este espíritu, sométanse ciegamente los Hermanitos de María no sólo a los superiores mayores, sino a cuantos estarán encargados de dirigirlos y guiarlos. Penétrense bien de esta verdad de fe: el superior representa a Jesucristo y, cuando manda, debe ser obedecido como si mandara el mismo Cristo.
Les ruego también, muy queridos Hermanos, con todo el cariño de mi alma y por el que ustedes me profesan, que se comporten de tal modo que la caridad reine siempre entre ustedes. Ámense unos a otros como Cristo les ha amado. No haya entre ustedes sino un solo corazón y un mismo espíritu. Ojalá se pueda afirmar de los Hermanitos de María lo que se decía de los primeros cristianos: ¡Miren como se aman!... Es el deseo más vivo de mi corazón en estos últimos instantes de mi vida. Si, queridos Hermanos míos, escuchen las últimas palabras de su Padre, que son aquellas de nuestro amadísimo Salvador: “Ámense unos a otros”.
Deseo, queridísimos Hermanos míos, que esta caridad, que debe unirles a todos juntos como miembros de un mismo cuerpo, se extienda también a las demás congregaciones. ¡Ah! les ruego por la caridad sin límites de Jesucristo, que no envidien jamás a nadie, y menos aún a quienes el buen Dios llama al estado religioso para trabajar, como ustedes, en la educación de la juventud. Sean los primeros en alegrarse de sus éxitos y apenarse de sus desgracias. Encomiéndenlos a menudo al buen Dios y a la divina María. Denles con gusto la preferencia. Jamás presten oídos a los comentarios que pudieran perjudicarlos. Que la sola gloria de Dios y el honor de María sean su único fin y toda su ambición.
Del mismo modo que su voluntad debe coincidir con la de los Padres de la Sociedad de María en la obediencia a un Superior General único, es mi deseo que sus corazones y sentimientos se fusionen siempre en Jesús y María. Que sus intereses sean los de ellos; constituya un placer para ustedes volar en su ayuda siempre que se lo pidan. Que un mismo espíritu, un idéntico amor les unan a ellos como las ramas a un mismo tronco y como los hijos de una sola familia unidos a una buena Madre, la divina María. El Superior general de los Padres, siéndolo también de la rama de los Hermanos, ha de ser el centro de unión de unos y otros. Como sólo he tenido motivos de felicitarme por la sumisión y obediencia que siempre me han mostrado los Hermanos de María, deseo y espero que el Superior General encuentre siempre la misma obediencia y sumisión. Su espíritu es el mío, su voluntad la mía. Considero que esta perfecta armonía y esta sumisión total constituyen la base y soporte de la Sociedad de los Hermanos de María.
Pido también al buen Dios y deseo con todo el afecto de mi alma que perseveren fielmente en el santo ejercicio de la presencia de Dios, alma de la oración, de la meditación y de todas las virtudes. Que la humildad y la sencillez sean siempre la característica de los Hermanitos de María. Que una tierna y filial devoción a nuestra buena Madre les anime en todo tiempo y circunstancia. Háganla amar por todos cuanto les sea posible. Es ella quien es la primera Superiora de toda la Sociedad. A la devoción a María junten la devoción al glorioso san José, su dignísimo esposo. Ustedes saben que es uno de sus primeros patronos. Desempeñan el oficio de ángeles custodios junto a los niños que les están confiados: tributen también a estos espíritus puros un culto particular de amor, respeto y confianza.
Hermanos míos muy queridos: sean fieles a su vocación: ámenla y perseveren en ella con entereza. Manténganse en un gran espíritu de pobreza y desprendimiento. Que la observancia diaria de sus santas Reglas les preserve de faltar jamás al voto sagrado que les une a la más bella y delicada de las virtudes. Cuesta vivir como buen religioso, pero la gracia lo suaviza todo. Jesús y María les ayudarán; además la vida es muy breve y la eternidad no tendrá fin. ¡Ah! qué consolador resulta, cuando se va a comparecer delante de Dios, recordar que se ha vivido bajo el amparo de María y en su santa Sociedad. Dígnese esta buena Madre conservarles, multiplicarles y santificarles. Que la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunicación del Espíritu Santo estén siempre con ustedes. Los dejo a todos, confiadamente en los santos Corazones de Jesús y de María, hasta que tengamos la dicha de reunirnos juntos en la eterna bienaventuranza.
Esta es mi última y expresa voluntad, para gloria de Jesús y de María
El presente testamento espiritual será entregado al Padre Colin , Superior General de la Sociedad de María.
Hecho en Notre-Dame de l’Hermitage, el dieciocho de mayo de mil ochocientos cuarenta, en presencia de los testigos que firman abajo .
El Superior y Fundador de los Hermanitos de María,
José Benito Marcelino Champagnat, presbítero.
Suplico humildemente a quienes de alguna manera haya podido ofender o escandalizar, si bien no recuerdo haber disgustado a nadie voluntariamente, que tengan a bien perdonarme por la caridad infinita de Nuestro Señor Jesucristo, y unir sus plegarias a las mías para alcanzar del buen Dios que se digne olvidar los pecados de mi vida pasada y acoger mi alma en su infinita misericordia.
Muero lleno de respeto, gratitud y sumisión al Superior General de la Sociedad de María y animado por los sentimientos de la unión más perfecta con todos los miembros que la componen, especialmente con los Hermanos que el buen Dios hubo confiado a mis desvelos y que siempre han sido tan queridos a mi corazón.
CHAMPAGNAT.
H. Francisco , H. Luis María , H. Juan María , H. Luis , H. Estanislao , H. Buenaventura.
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Existe un canto del grupo Kairoi que se basa en el Testamento Espiritual de Marcelino.
Imagen tomada de: http://www.champagnat.org/410.php?a=10c&cat=5Fines_LA#
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