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lunes, 11 de septiembre de 2017

La Familia Marista




El 12 de septiembre en la Iglesia se celebra una fiesta mariana, la fiesta del "Dulce Nombre de María". Y los maristas la hemos tomado por fiesta de la Familia Marista, puesto que llevamos su nombre. 
Hoy es un día para recordar que pertenecemos a una familia formada por la herencia de cuatro congregaciones religiosas:  Padres Maristas, Hermanos Maristas (o Hermanitos de María), Hermanas Maristas, Hermanas Misioneras de la Sociedad de María, además de muchos grupos de Laicos.
Los primeros maristas tomaban la imagen de un árbol de cuatro ramas. Cada una de las ramas maristas desarrolló su carácter propio, y la naturaleza y autonomía que adoptaron condujo a procesos separados en la respuesta a las diversas necesidades apostólicas y otros varios factores. Así que, actualmente, a pesar de que la familia religiosa marista tiene un origen común, cada una de las congregaciones tiene su propia y única historia:

Padres Maristas


Después de la promesa de Fourvière, en 1816, el recién ordenado Jean-Claude Colin fue nombrado párroco de Cerdon durante seis años. Durante este periodo, trabajó en el primer esquema de lo que se llama la “regla” de la congregación. El 29 de abril de 1836, tras ser aprobada la rama sacerdotal de la Sociedad, el P. Colin fue electo primer Superior General y se recibió como tierra de misión el Pacífico Occidental.

Durante los 18 años de su generalato, la Sociedad creció considerablemente. Fundó varias casas en Francia y envió muchos Maristas al campo de la misión en Oceanía. También dedicó mucho tiempo a escribir las Constituciones. Fue un momento de numerosos desafíos y grandes dificultades.

Los Padres Maristas buscan dar testimonio, al estilo de María, de la Iglesia de Jesucristo, una Iglesia humilde y servidora, que llega a todos, especialmente a los más abandonados. Ésta es su misión. Están en 37 países y su prioridad es anunciar el Evangelio a los jóvenes, especialmente aquellos con dificultades, y los no creyentes.

La autonomía de cada una de las ramas de la Sociedad de María aprobadas por Roma, les permitió desarrollar su propia espiritualidad con matices particulares como expresión del proyecto común: anunciar la salvación en Cristo para todos los hombres y todas las mujeres, bajo la protección y la mirada y el estilo de María.

En la espiritualidad de los Padres Maristas se destacan: la conciencia de ser gratuitamente elegidos y llamados por María; su vocación de ser apoyo para la Iglesia, como lo fue María; ser instrumentos de la misericordia divina en una forma discreta y; el deseo de hacer grandes cosas para Dios, pero de forma ignorada y como escondida en el mundo.

En la actualidad, la rama de los Padres Maristas está formada por más de 950 miembros, que viven en regiones administrativas llamadas Provincias y Distritos Misioneros.


Hermanas Maristas


Jeanne-María Chavoin nació en un pueblo francés llamado Coutouvre, al noroeste de Lyon, el 29 de agosto de 1786. Fue educada en la escuela del pueblo por sus padres y por un sacerdote a quien la familia Chavoin daba abrigo en aquel tiempo. Marie Jotillon, cuatro años más joven que ella, era su amiga íntima, con quien compartía semanalmente sus alegrías espirituales y las cuestiones de fe, compartiendo sobre la búsqueda de la voluntad de Dios en sus vidas.

Un día llegó una carta del P. Pierre Colin, quien había pasado cuatro años en Coutouvre y conocía a Jeanne-Marie. En la carta, les informó de que su hermano Jean-Claude estaba tratando de fundar una Sociedad en nombre de María y buscaba apoyo para la fundación de la rama femenina. Pierre la invitó a ir a Cerdon para servir como ama de llaves; ella lo pensó mucho y decidió intentarlo.

Fue a Cerdon en 1817, donde los hermanos Colin le compartieron muchas de sus ideas y planes, incentivándola a formar parte de su proyecto. Más tarde, en 1823 se estableció una nueva diócesis y el nuevo Obispo de Belley, Monseñor Devie, dio permiso para que la rama de la Sociedad de María comenzara, bajo la autoridad y dirección de los Padres Colin, párroco y vicario de la parroquia de Cerdon, llamada Congregación de las Hijas de María.

El 8 de diciembre de 1824, nueve jóvenes fueron recibidas en la Congregación de María y Jeanne-Marie fue elegida como su líder, recibiendo el nombre de Madre San José. Ellas se dedicaron a María, a quien consideraban como su Primera y Perpetua Superiora. Madre San José es la fundadora y el P. Jean-Claude Colin, que escribió su primera regla, se considera cofundador.

Con los años, la congregación continuó creciendo y se extendió a otras partes del mundo. Está presente en 15 países, con más de 400 Hermanas que trabajan en áreas de educación, trabajo social, salud, formación de agentes laicos en la Iglesia, y responden al llamado ahí donde las necesidades son mayores. Atienden a los demás, “como María”. Una presencia de María entre los Apóstoles que no dicta los contenidos o métodos utilizados para anunciar a Jesús, sino que inspira un espíritu de respeto para todos, de lo que el Espíritu hace en cada uno.


Hermanas Misioneras de la Sociedad de María


Las Hermanas Misioneras de la Sociedad de María (SMSM) no tienen un fundador o fundadora, sino un valiente grupo de 11 mujeres en los orígenes de su vocación, llamadas “pioneras”. Sin embargo, ninguna de ellas puede ser considerada la fundadora. Entre 1845 y 1860, el grupo dejó su tierra natal en Francia para ir a Oceanía, “extender el Reino de Jesucristo y dar a conocer a María hasta los confines de la tierra”. Cuando la Sociedad de María fue reconocida como congregación en 1836, asumió la responsabilidad de evangelizar las islas de Oceanía, junto con los grupos de Padres Maristas que salieron hacia el Pacífico, salio una mujer pertenecientes al laicado marista (Tercera Orden). Al subir a bordo de un buque mercante rumbo a las islas del Pacífico, Marie Francoise Perroton respondió al deseo de ser misionera, pertenecer a la Sociedad de María y abrazar la vida consagrada. Después de 12 años en Oceanía, otras mujeres llegaron de Francia. Esas Hermanas Pioneras, están en los orígenes de las Hermanas Misioneras de la Sociedad de María. Y aunque fueran Laicas, su deseo de ser misioneras, Maristas y religiosas consagradas nunca vaciló.

El 30 de diciembre de 1931, a ese grupo de la Sociedad de María le fue dado el nombre de Hermanas Misioneras de la Sociedad de María, reconocido como Instituto de Derecho Pontificio.

Abiertas a la misión universal de la Iglesia, responden a los llamados de la Iglesia, más allá del Pacífico: el Caribe, África, América Latina, Asia, Europa y Estados Unidos.

Con el lema “Para gloria de Dios y el honor de María” en comunidades internacionales, viven y oran juntas, para ser testigos de que el amor de Dios nos une. Su consagración se expresa a través de los tres votos: castidad, pobreza y obediencia.

Actualmente, las SMSM están comprometidas en el servicio misionero en 25 países y son más de 440 Hermanas de nacionalidades diferentes. Y se les envía a comunidades muy específicas. Consagradas a las misiones, ellas eligen ser el lazo de unión donde la violencia, la pobreza y el rechazo de los demás son el plato de cada día. A través de su entrega profesional o de beneficencia para los enfermos, las mujeres, los niños y los jóvenes, pero sobre todo por su vida cerca de las personas, ellas tratan de ser testigos de la ternura y la misericordia de Dios.


Hermanos Maristas o Hermanitos de María

Los Hermanos Maristas son hombres consagrados a Dios, que siguen a Jesús como María, viviendo en comunidad y dedicándose especialmente a la educación evangelizadora de niños y jóvenes, con especial atención a los más necesitados.

Para seguir profundizando puedes leer el artículo sobre el origen de la Sociedad de María

viernes, 19 de mayo de 2017

Testamento Espiritual de Marcelino Champagnat



El 18 de mayo de 1840, Marcelino Champagnat hizo leer ante la comunidad de L’Hermitage su testamento espiritual. El original se encuentra en los archivos de los Padres Maristas. Es un texto de gran importancia para conocer la espiritualidad y misión marista. Marcelino realiza un compendio de sus enseñanzas y las expresa en un lenguaje lleno de afecto.

Para realizarlo, Marcelino, enfermo en cama, platica con el H. Luis María y con el H. Francisco, les dicta sus pensamientos y los hermanos los ponen por escrito. La escritura (grafía) pertenece al H. Francisco. Este testamento fue leído en presencia de la comunidad, en el cuarto del Fundador. Al terminar la lectura Marcelino agregó algunas ideas. Son los dos párrafos finales.

En algunas reproducciones estos últimos dos párrafos han sido colocados en un sitio más adecuado, por ejemplo, en el texto reproducido en las constituciones de los Hermanos.

El texto que aquí se reproduce esta tomado de los archivos de CEPAM y la traducción la realizó el Hermano Aureliano Brambila, lamentablemente actualmente no se encuentra disponible en línea.

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En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Aquí, en presencia de Dios y bajo el amparo de la Santísima Virgen y de san José, resuelto a transmitir a todos los Hermanos de María la expresión de mis postreras y más encarecidas voluntades, reasumo todas mis energías para redactar mi testamento espiritual , según creo más conforme a la voluntad de Dios y al bien de la Sociedad.

Deseo que reine siempre entre los Hermanos de María una obediencia total y perfecta; que los súbditos, viendo en los superiores la persona de Jesucristo, los obedezcan de corazón y espíritu y renuncien siempre, si fuere necesario, a su voluntad y sus propios juicios. Recuerden que el religioso obediente cantará victoria y que la obediencia es, sobre todo, el cimiento y soporte de la comunidad. Animados de este espíritu, sométanse ciegamente los Hermanitos de María no sólo a los superiores mayores, sino a cuantos estarán encargados de dirigirlos y guiarlos. Penétrense bien de esta verdad de fe: el superior representa a Jesucristo y, cuando manda, debe ser obedecido como si mandara el mismo Cristo.

Les ruego también, muy queridos Hermanos, con todo el cariño de mi alma y por el que ustedes me profesan, que se comporten de tal modo que la caridad reine siempre entre ustedes. Ámense unos a otros como Cristo les ha amado. No haya entre ustedes sino un solo corazón y un mismo espíritu. Ojalá se pueda afirmar de los Hermanitos de María lo que se decía de los primeros cristianos: ¡Miren como se aman!... Es el deseo más vivo de mi corazón en estos últimos instantes de mi vida. Si, queridos Hermanos míos, escuchen las últimas palabras de su Padre, que son aquellas de nuestro amadísimo Salvador: “Ámense unos a otros”.

Deseo, queridísimos Hermanos míos, que esta caridad, que debe unirles a todos juntos como miembros de un mismo cuerpo, se extienda también a las demás congregaciones. ¡Ah! les ruego por la caridad sin límites de Jesucristo, que no envidien jamás a nadie, y menos aún a quienes el buen Dios llama al estado religioso para trabajar, como ustedes, en la educación de la juventud. Sean los primeros en alegrarse de sus éxitos y apenarse de sus desgracias. Encomiéndenlos a menudo al buen Dios y a la divina María. Denles con gusto la preferencia. Jamás presten oídos a los comentarios que pudieran perjudicarlos. Que la sola gloria de Dios y el honor de María sean su único fin y toda su ambición.

Del mismo modo que su voluntad debe coincidir con la de los Padres de la Sociedad de María en la obediencia a un Superior General único, es mi deseo que sus corazones y sentimientos se fusionen siempre en Jesús y María. Que sus intereses sean los de ellos; constituya un placer para ustedes volar en su ayuda siempre que se lo pidan. Que un mismo espíritu, un idéntico amor les unan a ellos como las ramas a un mismo tronco y como los hijos de una sola familia unidos a una buena Madre, la divina María. El Superior general de los Padres, siéndolo también de la rama de los Hermanos, ha de ser el centro de unión de unos y otros. Como sólo he tenido motivos de felicitarme por la sumisión y obediencia que siempre me han mostrado los Hermanos de María, deseo y espero que el Superior General encuentre siempre la misma obediencia y sumisión. Su espíritu es el mío, su voluntad la mía. Considero que esta perfecta armonía y esta sumisión total constituyen la base y soporte de la Sociedad de los Hermanos de María.

Pido también al buen Dios y deseo con todo el afecto de mi alma que perseveren fielmente en el santo ejercicio de la presencia de Dios, alma de la oración, de la meditación y de todas las virtudes. Que la humildad y la sencillez sean siempre la característica de los Hermanitos de María. Que una tierna y filial devoción a nuestra buena Madre les anime en todo tiempo y circunstancia. Háganla amar por todos cuanto les sea posible. Es ella quien es la primera Superiora de toda la Sociedad. A la devoción a María junten la devoción al glorioso san José, su dignísimo esposo. Ustedes saben que es uno de sus primeros patronos. Desempeñan el oficio de ángeles custodios junto a los niños que les están confiados: tributen también a estos espíritus puros un culto particular de amor, respeto y confianza.

Hermanos míos muy queridos: sean fieles a su vocación: ámenla y perseveren en ella con entereza. Manténganse en un gran espíritu de pobreza y desprendimiento. Que la observancia diaria de sus santas Reglas les preserve de faltar jamás al voto sagrado que les une a la más bella y delicada de las virtudes. Cuesta vivir como buen religioso, pero la gracia lo suaviza todo. Jesús y María les ayudarán; además la vida es muy breve y la eternidad no tendrá fin. ¡Ah! qué consolador resulta, cuando se va a comparecer delante de Dios, recordar que se ha vivido bajo el amparo de María y en su santa Sociedad. Dígnese esta buena Madre conservarles, multiplicarles y santificarles. Que la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunicación del Espíritu Santo estén siempre con ustedes. Los dejo a todos, confiadamente en los santos Corazones de Jesús y de María, hasta que tengamos la dicha de reunirnos juntos en la eterna bienaventuranza.

Esta es mi última y expresa voluntad, para gloria de Jesús y de María

El presente testamento espiritual será entregado al Padre Colin , Superior General de la Sociedad de María.

Hecho en Notre-Dame de l’Hermitage, el dieciocho de mayo de mil ochocientos cuarenta, en presencia de los testigos que firman abajo .

El Superior y Fundador de los Hermanitos de María,

José Benito Marcelino Champagnat, presbítero.



Suplico humildemente a quienes de alguna manera haya podido ofender o escandalizar, si bien no recuerdo haber disgustado a nadie voluntariamente, que tengan a bien perdonarme por la caridad infinita de Nuestro Señor Jesucristo, y unir sus plegarias a las mías para alcanzar del buen Dios que se digne olvidar los pecados de mi vida pasada y acoger mi alma en su infinita misericordia.

Muero lleno de respeto, gratitud y sumisión al Superior General de la Sociedad de María y animado por los sentimientos de la unión más perfecta con todos los miembros que la componen, especialmente con los Hermanos que el buen Dios hubo confiado a mis desvelos y que siempre han sido tan queridos a mi corazón.

CHAMPAGNAT.



H. Francisco , H. Luis María , H. Juan María , H. Luis , H. Estanislao , H. Buenaventura.




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Existe un canto del grupo Kairoi que se basa en el Testamento Espiritual de Marcelino.





Imagen tomada de: http://www.champagnat.org/410.php?a=10c&cat=5Fines_LA#

viernes, 12 de mayo de 2017

La Familia Marista, la Sociedad de María.


Los Hermanos Maristas, pertenecen a una gran familia, la “Familia Marista”, herencia de una amplia variedad de grupos, a partir de las cuatro congregaciones religiosas que la conforman: Padres Maristas, Hermanos Maristas (o Hermanitos de María), Hermanas Maristas, Hermanas Misioneras de la Sociedad de María, además de muchos grupos de Laicos.

Los primeros Maristas, llamaban a esta familia “la Obra de María”. Esta expresión, contiene una riqueza de contenido, basado en el deseo de María: “les daré mi nombre y ustedes llevarán a cabo mi obra”. Otra imagen muy especial de los Maristas, es el “árbol con muchas ramas”.

Originalmente, la Familia Marista, fue concebida como un proyecto único, con muchas ramas, incluyendo hombres, mujeres, Laicos, Hermanos, Hermanas y Padres, todos trabajando bajo un mismo espíritu.

En el centro de la espiritualidad Marista, como en toda espiritualidad cristiana, está Jesús, su Palabra, su vida, su muerte y su resurrección. María, para nosotros y para toda la Iglesia, es el modelo de discípula de Jesús. Seguir a Jesús, como María, es una forma privilegiada, de vivir en plenitud el cristianismo y ésta, es la espiritualidad, que mueve la Familia Marista, en su compromiso, con la construcción del Reino de Dios.

Como cualquier familia, la Familia Marista, tiene su historia. Se desarrolla, poco después de la Revolución Francesa, un momento muy difícil para la sociedad y para la Iglesia. En 1812, un joven, llamado Jean Claude Courveille, fue en peregrinación, a la Basílica de Le Puy, para dar las gracias, por la sorprendente curación de su vista. Mientras oraba ante la imagen de la Virgen, tuvo una experiencia espiritual muy intensa. Escuchó, no físicamente, pero con los oídos del corazón, en su interior, muy claramente: “he aquí lo que quiero […] y también es el deseo de mi Hijo amado, que en esta era de maldición e incredulidad, haya una sociedad dedicada a mí, que tenga mi nombre y que se llame la Sociedad de María y sus miembros, llamados Maristas, luchen contra el mal”.

En el Seminario, en Lyon, donde estudió Teología, Courveille compartió su experiencia con los estudiantes. Esa revelación, les causó un impacto intenso; se quedaron profundamente impresionados y respondieron con entusiasmo y sinceridad. Estaban decididos, a dedicarse a este proyecto. Durante el año académico 1815-1816, 15 seminaristas, ya participaban en el proyecto. Los nombres de los cuatro que perseveraron hasta el fin, en la Sociedad de María, son bien conocidos: Etienne Declas, Etienne Terraillon, Marcelino Champagnat y Jean Claude Colin. Para consolidar este proyecto, firmaron una promesa. Solemnemente, se comprometieron a hacer todo lo posible, para fundar la Congregación de los Maristas: prometen poner sus vidas y todo lo que tienen, “por todos los medios posibles”, para la salvación de las almas. Aunque no se mencione, explícitamente en el juramento, el proyecto constaría de cuatro ramas: Padres, Hermanos, Hermanas y Laicos.

En la mañana del 23 de julio de 1816, un día después de su ordenación, los 12 Maristas cruzaron el Río Saona y subieron la colina, unos 800 metros hasta Fourvière, donde se encuentra la pequeña capilla de la Virgen, a un costado de la gran Basílica construida más tarde. Durante la celebración, colocaron en el altar, la promesa y al final de la Misa, la leyeron en voz alta. Este evento es considerado, por los Maristas, como el acto fundacional de la Sociedad de María.

Desde entonces, durante casi 200 años, toda la Familia Marista, trata de hacer presente a María, en la Iglesia y en el mundo, llevar a cabo su misión, ama a Dios y al prójimo, en actitud de servicio, diálogo y humildad; con una opción preferencial, por la educación de los niños y los jóvenes, los pobres y para todas las personas que sufren el abandono y la exclusión social.

Hablar de Familia Marista es hablar de algo íntimamente relacionado con el proyecto original de la Sociedad de María. La fiesta de la FAMILIA MARISTA se celebra el 12 de septiembre, día en que antiguamente se recordaba el Dulce Nombre de María.

Cada una de las ramas maristas, que emergieron de allí, desarrolló su carácter propio y la naturaleza y autonomía que adoptaron, condujo a procesos separados, en la respuesta a las diversas necesidades apostólicas y otros varios factores. Así que, actualmente, a pesar de que la Familia Religiosa Marista, tiene un origen común, cada una de las congregaciones tiene su propia y única historia.

Basado en el cuaderno de Inducción de la Provincia de México Occidental, 2015
Imagen tomada de: http://champagnat.fms.it/img/caricate/news/news_2091.jpg 

lunes, 8 de mayo de 2017

Personajes contemporáneos a Marcelino Champagnat




Marcelino vive la época de cambio marcada por la Revolución Francesa. Nace entre el antiguo régimen y la modernidad. Su vida (1789-1840) transcurre entre la revolución francesa y la época napoleónica. Al mismo tiempo que se da la revolución industrial y las guerras de independencia americanas.

En su tiempo se desarrolla el pensamiento de la ilustración. Pensadores como Voltaire y Montesquieu propondrán un nuevo sistema político. Ante el racionalismo, Kant planteará el papel que toman las personas en el acto de conocer, que más tarde retomará Hegel.

El mundo estará marcado por el enfrentamiento social entre los defensores del Antiguo régimen como Luis XVI o Federico Guillermo III de Prusia y los defensores de los ideales democráticos y republicanos como Napoleón Bonaparte.

En América es el tiempo de las independencias. Personajes como Thomas Jefferson en Norteamérica o Simón Bolívar en Sudamérica, lucharán por la libertad de sus pueblos.

En las artes, este tiempo será el cambio del clasicismo, marcado por la armonía y el equilibrio, el orden racional y la proporción, al Romanticismo, marcado por la emoción, el sentimiento y la intuición. Como principales representantes de la música tenemos a Mozart y a Beethoven. En literatura, el francés, Víctor Hugo,
se compromete en la reivindicación de derechos y fuera de Francia, Goethe realiza una crítica social al escribir Fausto. En pintura resalta la obra de Eugène Delacroix, autor de La Libertad guiando al pueblo y, Théodore Géricault cuya obra más conocida es La balsa de la Medusa.