Mostrando entradas con la etiqueta Lemas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Lemas. Mostrar todas las entradas

lunes, 14 de agosto de 2017

Buenos Cristianos y virtuosos ciudadanos.



Entre los lemas maristas, uno de los más conocidos es formar "Buenos Cristianos y virtuosos ciudadanos". Esta frase sintetiza dos elementos fundamentales en la pedagogía al estilo marista. Por un lado que los niños y jóvenes adquieran los conocimientos y habilidades que les permitan construir una sociedad más humana. Por el otro lado, se propone orientar a los niños y los jóvenes a la búsqueda incesante de lo espiritual.

Estos dos elementos, no se pueden separar, conforman las dos caras de una misma moneda. Quizá desde tiempos de la Revolución Francesa se ha vivido una dualidad entre la sociedad y la Iglesia, entre la cultura secular y la religiosa. No se puede seguir en esa dualidad. No podemos seguir dividiendo al hombre en carne y espíritu; entre cuerpo y alma; entre fe y razón. La formación de los niños y jóvenes debe constituirse desde una visión integral, que unifique al hombre en todas sus dimensiones. 

El proceso de enseñanza-aprendizaje no puede reducirse a la orientación de contenidos y conocimientos científicos exclusivamente; la tarea más esencial de la escuela maristas es presentar el misterio cristianos revelado en Jesús como el fin último de toda vida, individual y social. Dios se ha revelado en Jesús y sigue siendo para nosotros maristas el centro de toda acción pedagógica y fin del instituto.

Al mismo tiempo, se hacen necesarias  transmitir a  los niños y jóvenes un horizonte de sentido ante la realidad que viven.  Se necesita una educación que haga a las personas íntegras y cualificadas en todos los aspectos de su vida. 

lunes, 20 de marzo de 2017

"Un solo corazón y un mismo espíritu"


En los textos que nos deja Marcelino en varias ocasiones aparece la expresión: “Un solo corazón y un mismo espíritu”. Por ejemplo, aparece en varias cartas, como la 268 y, aparece en el testamento espiritual: “…Amaos unos a otros como Cristo os ha amado. No haya entre vosotros sino un solo corazón y un mismo espíritu. ¡Ojalá se pueda afirmar de los Hermanitos de María lo que se decía de los primeros cristianos: «Mirad cómo se aman…»!...”

Esta frase no es exclusiva de Marcelino, por ejemplo, tenemos testimonios que el P. Colin, fundador de los Padres Maristas, también la utilizaba.

La frase aparece también en otras tres cartas de Marcelino, las tres corresponden a un mismo contexto, cuando invita a los hermanos a retiro. En la carta 062 (Circular a los Hermanos del 24 de agosto de 1835) “Vengan a descansar y a reparar sus fuerzas en un lugar de paz, de silencio y de recogimiento con las mismas disposiciones que tenían los Apóstoles en el Cenáculo y como la multitud de los primeros cristianos que no tenían más que un corazón y un alma; nos esforzaremos en reflejar en nuestra conducta las virtudes de las que nos han dado tan bellos ejemplos.”

De igual manera aparece en la circular numerada como carta 123 del 12 de agosto de 1837: “[Ciertamente] es muy dulce el consuelo de tenerlos a todos reunidos aquí, formando un solo corazón y un solo espíritu, no constituyendo sino una sola familia, no buscando sino la gloria de Dios y los intereses de la Religión, combatiendo todos bajo el mismo estandarte: el de nuestra augusta [Reina] María.”

De otra manera parece en la circular de convocatoria al retiro del 9 de agosto de 1839, Carta 233. “Ahí, unidos en espíritu y corazón, saborearemos los frutos deliciosos que Dios ha prometido por su profeta (Salmo 131) a los hermanos que viven unidos.”

Así podemos saber que la frase se dirige principalmente a los hermanos, la insistencia de encontrarla tanto en el testamento espiritual como en las cartas marca su importancia. Solamente una vez en las cartas aparece dirigida a otra persona, al obispo de Autun, Benigno Du Trousset D’Hericourt, quien le solicita la fundación de un noviciado en su diócesis. (Carta 268)

De dónde conoce Marcelino esta expresión que se va a convertir en su idea de fraternidad, investigando un poco se ven tres posibilidades: La biblia, la influencia de San Juan Bautista de la Salle o los grupos de piedad del seminario de Lyon.

La primera posibilidad es que Marcelino la toma directamente del texto de los Hechos de los Apóstoles que al describir las primeras comunidades cristianas usa esta expresión: “La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos.” (Hechos 4, 32).

Una segunda posibilidad es una influencia de San Juan Bautista de la Salle. Marcelino a lo largo de la fundación de los hermanos tomará elementos pedagógicos de tradición laSallista. Recordemos que ofrecerá como lectura el método lasallista (La Conduite) y en La Valla contratará a un maestro que aprendió el método de estos hermanos para enseñarlo a sus hermanitos. Manuel Mesonero (2003:177)[1] exploró esta posibilidad y encontró un paralelismo ente el texto del Sr. De La Salle y el texto de Marcelino.

Texto de la SALLE            
“… volver a revivir los sentimientos de los primeros cristianos que no tenían más que un solo corazón y un alma sola.” SALLE. M. 113.
Texto de M. CHAMPAGNAT.
“…y como la multitud de los primeros cristianos no tenían más que un solo corazón y un alma sola, nos esforzaremos en...” CHAMPAGNAT. LPC. 62

Una tercera posibilidad, es que Marcelino conociera esta expresión de los grupos piadosos que se desarrollaban en el Seminario Mayor de Lyon en la época de sus estudios. Esta posibilidad la explora el Hno. Lanfrey (S/F). [2] Según él, es muy probable que varias de las fórmulas utilizadas por Marcelino como “la mayor gloria de Dios y el honor de María”, “los Sagrados Corazones de Jesús y de María” y también “un solo corazón y un mismo espíritu”, provengan de los grupos de seminaristas denominados “Asambleas de Amigos” (AA). Lanfrey los define como “La AA es una santa y secreta congregación compuesta por personas selectas, que, unidas por los lazos de una admirable caridad y consagrados especialmente al servicio de Jesús y de María, bajo la protección de san José y de los ángeles custodios no olvidan nada para animarse en la piedad y luego llevar a ella a los demás”. Parece ser que esta organización tuvo su origen en los seminarios Jesuitas y luego pasó a los seminarios sulpicianos como el de Lyon. Según se cree la expresión Cor unum et anima una (Un solo corazón y una sola alma) era la forma de identificarse de esta sociedad. Según el hno. Lanfrey cabe la posibilidad de que Juan Cholleton, formador del seminario en tiempos de Marcelino y director del grupo marista primitivo formara parte de una AA en el seminario San Ireneo antes de 1809 y de otra en San Sulpicio entre 1809 y 1811. De aquí pasaría la divisa a los primeros maristas.

Esta última afirmación, abre otra posibilidad, como ya se dijo Marcelino solamente utiliza la expresión “un solo corazón…” en las circulares a los hermanos y en una carta dirigida al Obispo Du Trousset, ¿Será que los maristas tenían lazos con los Amigos del Cordón y el Obispo Du Trousset pertenecía también a esta sociedad?

Pero, dejemos de lado las especulaciones. Más importante que el origen de la expresión es su significado. ¿Qué pensaba Marcelino cuándo utiliza la expresión “Un solo corazón y una sola alma”?

Ciertamente era un texto que movía el corazón de Marcelino y seguramente lo llevaba a encarnar lo que hoy conocemos como espíritu de familia. El texto desde su origen bíblico habla de la unión total de la comunidad. Nuevamente Mesonero (2003: 134) puede darnos una idea, para él la expresión habla del compartir y poner todo en común y cita algunos datos de los primeros hermanos quienes, por ejemplo, no tienen habitaciones particulares y sus posesiones personales se reducen a lo más imprescindible.

Otra posible interpretación, complementaria y no opuesta a la anterior nos la puede dar el Hno. Juan Bautista Furet en la biografía de los primeros hermanos, concretamente en la biografía del Hermano Luis[3], cuando habla de su época como maestro de novicios menciona: “Nunca en el noviciado hubo tal fervor ni tal fidelidad a todos los ejercicios espirituales; la caridad, la unión, la paz y concordia eran entonces tan perfectas, que todos los postulantes no tenían sino un solo corazón y una sola alma.” Aquí encontramos dos aspectos, la fidelidad a los ejercicios de piedad, una sola alma representaría el exacto cumplimiento de los ejercicios, es decir el compañerismo que brota del amor a Dios y que se transforma en el cumplimiento de los que se ha interpretado como voluntad de Dios y; un solo corazón representaría la fraternidad que surge de la paz y la concordia vividas por la caridad.

El Hermano Furet, en el libro de Enseñanzas Espirituales (Capítulo XXVI)[4] profundiza en este sentido de fraternidad, y comenta la frase de Un solo corazón y una sola alma expresando: “El amor que el padre Champagnat deseaba que se profesasen mutuamente los hermanos, ha de ser efectivo. Pedía, para ello, que se le hiciese consistir especialmente en cuatro cosas:

1. Prestarse mutuos servicios en cualquier ocasión.

2. Avisarse caritativamente de los defectos e infracciones de la regla.

3. Soportarse mutua y caritativamente.

4. Buscar excusa para los defectos de los demás.”

Así, la expresión que varias veces toma Marcelino de “Un solo corazón y un mismo espíritu”, y que es mencionada en el Testamento Espiritual, representa el ideal de la comunidad marista, reflejo de la primera comunidad cristiana, que es alimentada por la fidelidad a la oración y por la caridad fraterna. Ojalá que hoy los maristas, laicos y hermanos avancemos por el camino de la fraternidad al estilo de los primeros hermanos.


[1] Mesonero, Manuel (2003). Espiritualidad de San Marcelino Champagnat. Consultado en internet: https://sites.google.com/site/cepamespiritualidadmarista/libros-sobre-patrimonio/BBB42102CH4200060.doc consultado en febrero de 2017
[2] Lanfrey, André (S/F) Ensayo sobre los orígenes de la espiritualidad. Consultado en internet: http://www.cepam.umch.edu.pe/Archivum/Archivum01/BBB45120090420080.doc consultado en febrero de 2017
[3] Cita tomada de la biografía del hermano Luis en la web de CEPAM: https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=sites&srcid=ZGVmYXVsdGRvbWFpbnxjZXBhbWVzcGlyaXR1YWxpZGFkbWFyaXN0YXxneDo3YzdjNzUxZmFkZjc1NmEy consultada en febrero de 2017
[4] Furet, Juan Bautista (S/F) Enseñanzas Espirituales: En internet: https://sites.google.com/site/cepamespiritualidadmarista/libros-sobre-patrimonio/Ense%C3%B1anzas%20Espirituales.doc consultado en febrero de 2017

Foto: BarbaraBonanno, tomada de https://pixabay.com/es/cuota-uno-para-todos-y-todos-para-uno-1411235/ 

lunes, 16 de enero de 2017

Viva Jesús, María y José.

V. J. M. J. 


Existe un saludo tradicional, con el que empezaba sus cartas Marcelino y que muchos hermanos continuaron: Viva Jesús, María y José. En mis tiempos de primaria también se utilizaba en cada uno de los trabajos, al inicio de la hoja se tenía que escribir “V. J. Ma. J. Ch.” que significa: Viva Jesús, María, José, Champagnat. No recuerdo si eso se quitó cuando estaba en cuarto o quinto de primaria. Curiosamente hablando un día hablando con una exalumna de otro país, la pregunta que utilizaban para identificar a los exalumnos maristas era precisamente qué significa “V. J. M. J. Ch.”.

Este saludo aparece en la mayor parte de la correspondencia de Marcelino y por mucho tiempo, abajo del escudo marista, en la parte inferior del monograma mariano y las tres violetas aparecían las 4 letras. “V. J. M. J.”

Según un escrito del “Boletín del Instituto” de octubre 1938 (Número 114), estas 4 letras indican la triple devoción, el triple amor, y el triple conocimiento qué cultivar, por los discípulos de Marcelino. Un programa de vida condensado 4 signos. El programa sería: “Conocer, amar y servir más y mejor a Jesús, María, José; para darlos a conocer, amar y servir mejor”. Supongo que fue mucho más tarde cuando se agregó a Champagnat.

Conocer a Jesús y darlo a conocer, no es solamente el conocimiento de su vida, sus hechos y milagros, tampoco es solamente el conocimiento de la doctrina y los dogmas de la Iglesia. El conocimiento de Jesús es un conocimiento interno, conocer lo que lo mueve, lo que le apasiona y lo que busca realizar, un encuentro personal con él, que solo se puede dar a través de la oración diaria, el contacto con su Palabra y la oración en silencio.

Amar a Jesús y que sea amado. Es consecuencia del conocerlo, el conocimiento de una persona nos lleva al amor. Al conocer a Dios descubrimos que somos profundamente amados y ese amor despierta en nosotros el amor profundo. Es un amor-ágape que nos invita a vivir en comunión, en sinergia. Este amor nos revela nuestra verdadera identidad y nos permite liberarnos de nuestro egoísmo, de nuestro falso yo. Así, siguiendo su ejemplo podemos empezar a amar verdaderamente a los demás.

El conocer y amar, nos lleva al servicio. El amor al estilo de Jesús reclama entrega. El amor como ama Jesús se transforma en seguir su ejemplo de entrega. Este servicio se transforma en un doble movimiento, en “pasión por Dios y compasión por el hermano”. Al vivir la pasión por Dios comienzo a quitar todo lo que estorba en la relación con él y a buscar todo los que nos permite realizar su sueño, su voluntad, a vivir como Jesús vivió. Al vivir la compasión por el hermano, comenzamos a ver el mundo, la sociedad y a cada persona con las que nos encontramos como Jesús las ve. El ver la vida como Jesús reclama nuestra acción y se transforma en compromiso concreto con la justicia, en servicio al necesitado y en lo que tradicionalmente se ha conocido como “obras de misericordia”.

Que el saludo marista: “V. J. M. J.” nos recuerde el ideal marista y nos comprometa profundamente a Conocer, Amar y Servir a Jesús. Yo, personalmente comenzaré a utilizarlo en mis escritos, porque es un hábito que nos recuerda el sentido de lo que hacemos.

jueves, 27 de octubre de 2016

A Mayor Gloria de Dios y Honor de María

En el Testamento Espiritual de Marcelino Champagnat se menciona: “Deseo, queridísimos Hermanos míos, que esta caridad, que debe uniros a todos, como miembros de un mismo cuerpo, alcance a las demás Congregaciones. Os conjuro, por la caridad sin límites de Jesucristo, que no envidiéis jamás a nadie, y menos aún a quienes Dios llama al estado religioso para trabajar, como vosotros, en la educación de la juventud. Sed los primeros en alegraros de sus éxitos y apenaros por sus fracasos. Encomendadlos a menudo a Dios y a la divina Madre. Dadles con gusto la preferencia. Jamás prestéis oídos a los dichos que pudieran perjudicarlos. Que la gloria de Dios y el honor de María sean vuestro único fin y vuestra sola ambición.” La carta 203 que Marcelino escribe al P. Grasset muestra la forma en que Marcelino vivió este punto. El contexto es claro y simple, Marcelino es invitado a fundar un noviciado en Montpellier, una población que se encuentra a unos 250 km. en línea recta de Lyon, hacia el sursuroeste, unos 300km. de camino. La idea de un noviciado, en una región donde no se tenía escuelas, puede deberse a la propuesta de que con un noviciado, se abrirían posteriormente escuelas en la diócesis o el departamento. No sabemos la razón por la cual se rechaza esta petición, posiblemente se deba a la falta de personal disponible y a la presencia de Hermanos Lasallistas en la ciudad, pero éstas son meras hipótesis. De cualquier manera la respuesta de Marcelino ejemplifica lo que pide en su Testamento Espiritual. Sigamos la estructura de la carta: Marcelino le expresa su gusto por la obra que se propone y su dificultad para realizarla en este momento. Luego expresa su consejo, acepte a la otra congregación que tiene disponibilidad inmediata, y lo hace con una conclusión que es importante: “Se hará antes el bien”. Y continúa con la aplicación personal: “Nosotros bendecimos a Dios con ustedes”, “deseamos que el bien se haga por quienquiera que sea”. Estas dos actitudes son importantes para Marcelino. El agradecimiento y la búsqueda del bien. El agradecimiento no aparece explícitamente en el Testamento Espiritual, pero aparece la caridad para con las otras congregaciones, y el compartir la alegría por sus éxitos y la pena por sus fracasos. De fondo se trata de identificarse con una obra en común que se realiza como iglesia, que también permite agradecer con las otras congregaciones. La búsqueda del bien, bien en general, parece ocupar el espacio que en el Testamento Espiritual ocupa “La gloria de Dios y el honor de María”. Es verdad que San Irineo, siglos antes, en la misma región ha escrito que “La Gloria de Dios consiste en que el hombre viva”, pero ¿es válido identificar la Gloria de Dios con el bien? Se hace necesario aclarar lo que se entiende por “Gloria de Dios”. Si por gloria de Dios se menciona una presencia lejana, misteriosa, luminosa, que nos asombra, aleja y castiga, definitivamente no. Pero si por “Gloria de Dios” se entiende esa presencia amorosa, creadora, que da vida y quiere que esa vida que regala llegue a su plenitud, entonces es válido identificarla no sólo con en bien, sino con el sumo bien. Así crece la Gloria de Dios en la medida que crece la Vida del hombre. Dios y el hombre se complementan. La gloria de Dios dignifica al hombre y la plenitud del hombre engrandece la Gloria de Dios. Leída así la carta, lo importante es que todos y en todo lugar promuevan la Gloria de Dios, es decir la dignificación del hombre y nosotros nos debemos alegrar y agradecer a Dios porque esa dignificación se realice y en la medida de nuestras capacidades promoverla y apoyarla.