lunes, 31 de octubre de 2016

Dos modelos de Iglesia

Si revisamos la historia marista podemos constatar que los fundadores maristas, veían su compromiso en Fourvière como un reinicio de la Iglesia, una renovación de la Iglesia después del iluminismo y de la revolución francesa.
Dos siglos después, el Concilio Vaticano II fue un tiempo de renovación en la Iglesia, un reinicio. Fieles a la Tradición buscar una apertura y actualización a los nuevos tiempos. Uno de los cambios más importantes fue el modelo de Iglesia. La iglesia se reconoce como Pueblo de Dios, pueblo formado por los sacerdotes, los religiosos (y religiosas) y los laicos. Este es uno de los puntos que más nos han costado trabajo después del Vaticano, pasar de una Iglesia Piramidal a una Iglesia de Comunidad.
Una manera de ver a la Iglesia es como una pirámide donde hay una jerarquía, en la punta alta de la pirámide esta Jesús, normalmente asociado con una imagen de tipo monárquica, Cristo Rey o una imagen similar, abajo el Papa, que manda sobre los obispos, que ordenan a los sacerdotes, estos sobre las religiosas y religiosos hermanos quienes colaboran con ellos y todos están sobre un grupo amplio de fieles (laicos). El papel de los laicos sería ser salvados por los sacerdotes y religiosos en la salvación de las almas, y en algunos casos colaborar con ellos en la salvación de otros. Este esquema aún se encuentra presente en algunos sectores de nuestra Iglesia.
Otra manera de ver la Iglesia es como una comunidad, donde Jesucristo está en el centro y alrededor, al servicio de Cristo, en igualdad todos los cristianos. Cada cristiano desde sus cualidades, vocación y sus dones colabora en la misión de Jesús que es la transformación del mundo en Reino de Dios. El protagonista es el laico, el que está en el mundo. El laico es fermento del mundo. Los sacerdotes y religiosos estamos a su servicio para que desarrollen plenamente su vocación. Estamos para ayudarles, sacerdotes, santificación, liturgia. Hermanos con formación. Es Iglesia Mariana.
Este segundo esquema es el que presenta en los documentos del Vaticano II, especialmente en Lumen Gentium, una Iglesia pueblo de Dios. Es otra manera de ver el mundo, la Iglesia y la vocación de todos los cristianos.
Un pequeño detalle de este esquema se encuentra en los orígenes de los maristas de Champagnat. Los fundadores de la Sociedad de María, después de la promesa de Fourvière se dispersan, al poco tiempo se divide la diócesis de Lyon, Marcelino y otros quedarán en la diócesis de Lyon y Colin quedará en la diócesis de Belley. En el Hermitage (Lyon) Marcelino funda a los Hermanos. En Belley, Colin funda a los Padres y a las Hermanas. En Hermitage, se puede ver que Marcelino y los otros sacerdotes se ponen al servicio de los Hermanos.
Hay un texto del Padre Pompallier, sacerdote marista, que vivió algunos años en el Hermitage. El texto es de 1830, redactado a manera de Estatutos de la Sociedad de María y comunicado a Monseñor Devie, obispo de Belley por Champagnat en su carta #75. Copio cuatro artículos debido a su interés.
Artículo 5º La Sociedad de María es gobernada por un superior general, que es uno de los sacerdotes capellanes de los hermanos; él es nombrado de por vida y con la pluralidad de las voces, por los principales jefes de la obra. La convocación es hecha por el suplente del superior fallecido y la elección es presidida también por él. Artículo 7º Los sacerdotes capellanes forman parte de la Sociedad; siguen sus constituciones y dan a los hermanos los socorros espirituales de la Religión. Artículo 8º Si el número de sacerdotes es más que suficiente para atender a las necesidades de los hermanos, ofrecen sus servicios a los obispos respectivos de las diócesis donde están, para ser empleados en los oficios del sacerdocio, que les quieran confiar. Pero esos sacerdotes no cesarán por eso de formar parte de la sociedad; estarán siempre dispuestos a regresar, cuando las necesidades le exijan y cuando el superior general los llame.
Según este texto, los sacerdotes aparecen al servicio de los hermanos, en un momento donde la iglesia apenas distingue a los laicos de los religiosos-hermanos. Ciertamente, no menciona que los sacerdotes están al servicio de los laicos, pero en relación con la época es algo pionero.

Hoy 200 años después, estamos llamados a una “Nueva Relación entre laicos y Hermanos Maristas”. Es decir, de entrar en la dinámica de la Iglesia-Comunión, de la Iglesia Mariana. Para mí esto tiene tres consecuencias importantes.
Primera: Vivir al servicio, de los laicos. Renunciar a posiciones de poder. Todos sacerdotes, religiosos y laicos tenemos que estar al servicio del Pueblo de Dios, al servicio de los laicos. La relación tiene que ser vista como un servicio, no como una posición de poder. Estamos llamados a servir como Jesús sirvió, a ponernos el delantal o la toalla, a lavar los pies de los hermanos.
Segunda: Potenciar comunidades vivas: Entre iguales. Donde nos encontremos Laicos y religiosos-hermanos. Que sean espacios para compartir la vida y la oración, que cualquiera que toque a nuestra puerta encuentre alguien que lo escuche y que lo aprecie. Una comunidad más al estilo de la primera Iglesia, reunida en torno a María.
Tercera: Convertirnos en maestros de espiritualidad y oración, que sepamos encontrar a Dios, perforar la vida, descubrir su presencia en cualquier lugar. Así podremos orientar y acompañar espiritualmente a todos aquellos que lo necesiten.
Estamos invitados a vivir intensamente en una Iglesia mariana, en una Iglesia de comunión. Solo desde este modelo se puede entender la Vida Consagrada de Hermano y el laicado marista.

jueves, 27 de octubre de 2016

A Mayor Gloria de Dios y Honor de María

En el Testamento Espiritual de Marcelino Champagnat se menciona: “Deseo, queridísimos Hermanos míos, que esta caridad, que debe uniros a todos, como miembros de un mismo cuerpo, alcance a las demás Congregaciones. Os conjuro, por la caridad sin límites de Jesucristo, que no envidiéis jamás a nadie, y menos aún a quienes Dios llama al estado religioso para trabajar, como vosotros, en la educación de la juventud. Sed los primeros en alegraros de sus éxitos y apenaros por sus fracasos. Encomendadlos a menudo a Dios y a la divina Madre. Dadles con gusto la preferencia. Jamás prestéis oídos a los dichos que pudieran perjudicarlos. Que la gloria de Dios y el honor de María sean vuestro único fin y vuestra sola ambición.” La carta 203 que Marcelino escribe al P. Grasset muestra la forma en que Marcelino vivió este punto. El contexto es claro y simple, Marcelino es invitado a fundar un noviciado en Montpellier, una población que se encuentra a unos 250 km. en línea recta de Lyon, hacia el sursuroeste, unos 300km. de camino. La idea de un noviciado, en una región donde no se tenía escuelas, puede deberse a la propuesta de que con un noviciado, se abrirían posteriormente escuelas en la diócesis o el departamento. No sabemos la razón por la cual se rechaza esta petición, posiblemente se deba a la falta de personal disponible y a la presencia de Hermanos Lasallistas en la ciudad, pero éstas son meras hipótesis. De cualquier manera la respuesta de Marcelino ejemplifica lo que pide en su Testamento Espiritual. Sigamos la estructura de la carta: Marcelino le expresa su gusto por la obra que se propone y su dificultad para realizarla en este momento. Luego expresa su consejo, acepte a la otra congregación que tiene disponibilidad inmediata, y lo hace con una conclusión que es importante: “Se hará antes el bien”. Y continúa con la aplicación personal: “Nosotros bendecimos a Dios con ustedes”, “deseamos que el bien se haga por quienquiera que sea”. Estas dos actitudes son importantes para Marcelino. El agradecimiento y la búsqueda del bien. El agradecimiento no aparece explícitamente en el Testamento Espiritual, pero aparece la caridad para con las otras congregaciones, y el compartir la alegría por sus éxitos y la pena por sus fracasos. De fondo se trata de identificarse con una obra en común que se realiza como iglesia, que también permite agradecer con las otras congregaciones. La búsqueda del bien, bien en general, parece ocupar el espacio que en el Testamento Espiritual ocupa “La gloria de Dios y el honor de María”. Es verdad que San Irineo, siglos antes, en la misma región ha escrito que “La Gloria de Dios consiste en que el hombre viva”, pero ¿es válido identificar la Gloria de Dios con el bien? Se hace necesario aclarar lo que se entiende por “Gloria de Dios”. Si por gloria de Dios se menciona una presencia lejana, misteriosa, luminosa, que nos asombra, aleja y castiga, definitivamente no. Pero si por “Gloria de Dios” se entiende esa presencia amorosa, creadora, que da vida y quiere que esa vida que regala llegue a su plenitud, entonces es válido identificarla no sólo con en bien, sino con el sumo bien. Así crece la Gloria de Dios en la medida que crece la Vida del hombre. Dios y el hombre se complementan. La gloria de Dios dignifica al hombre y la plenitud del hombre engrandece la Gloria de Dios. Leída así la carta, lo importante es que todos y en todo lugar promuevan la Gloria de Dios, es decir la dignificación del hombre y nosotros nos debemos alegrar y agradecer a Dios porque esa dignificación se realice y en la medida de nuestras capacidades promoverla y apoyarla.

Folleto sobre pedagogía marista.

Una presentación amena de la Pedagogía Marista. En Comic.
Gracias Ricardo Romo por tu ayuda.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Bienvenidos

Bienvenidos.
Un Blog para intercambiar, pensar y reflexionar sobre el carisma, la vida y la misión marista hoy.
Además tendremos temas de pedagogía marista y patrimonio marista.
Espero que lo disfruten.
Guillermo.