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lunes, 5 de junio de 2017

¿Cómo te inspira la vida de Marcelino a vivir hoy?


Mañana celebramos a Marcelino Champagnat. Para nosotros, maristas constituye una inspiración para seguir a Jesús. Creo que es un momento para preguntarnos: ¿Cómo te inspira la vida de Marcelino para vivir hoy?

Primeramente, tengo que constatar que cada año voy descubriendo cosas nuevas y definitivamente hoy, mi respuesta a esta pregunta, no es la misma que hace dos años y seguramente el próximo año será distinta.
Para mí, hoy (junio de 2017) hay tres aspectos de la vida de Marcelino que resuenan fuertemente.


1) Su creatividad: Marcelino descubre un problema, la educación cristiana de los niños y jóvenes del campo, y propone una solución, funda a los maristas. Pero, ya existían congregaciones de hermanos educadores en Francia en tiempos de Marcelino, para qué fundar una nueva. Marcelino logra resolver las dificultades que impedían que los Hermanos de la Instrucción Cristiana llegaran a los pueblos y ciudades pequeñas como La Valla y Marlhes. La mayor parte de estas dificultades eran económicas.


Marcelino se abre a propuestas nuevas, a nuevos caminos y los explora. Marcelino nos reta a ser creativos para llegar con los más pobres de la sociedad.


2) Su preocupación por construir comunidad. Hoy le llamamos fraternidad y antiguamente le llamaban espíritu de familia. Marcelino sabía crear relaciones auténticas y sencillas, era un hombre que sabía vivir en relación con los demás. Un rasgo que me parece importante rescatar. Me encanta ver a Marcelino al final de su vida diciendo a los Maristas: "No haya entre ustedes sino un mismo corazón y un mismo espíritu. Ojalá se diga de los hermanitos de María: Mirad como se aman"(Testamento Espiritual). Sé que hay veces que se han malinterpretado estas palabras, y usadas para proponer una vida sin conflictos y una uniformidad, dudo que Marcelino se refiriera a eso. Marcelino propone un estilo de relación que crea comunidad. Un reto frente al estilo de sociedad en que vivimos.


3) Constancia ante las dificultades. La vida de Marcelino no fue fácil. Tanto el Hno. Balko como el Hno. Mesonero nos hablan del año de 1826 como el "año terrible", posiblemente ese año fue una "noche oscura" para Marcelino: Enfermó gravemente, tenía grandes deudas -principalmente por la construcción de L´Hermitage-, se ve abandonado por los Padres Maristas que lo acompañaban en L´Hermitage -Courveille tiene que salir por escándalo y Terraillon toma una parroquia-, sus amigos lo abandonan, hay desánimo entre los hermanos y el arzobispado desconfía de la fundación y pretende unirla a otra congregación religiosa. Marcelino escribirá hacia el final este tiempo: "Todos estos contratiempos me afligen de verdad, pero no me sorprenden, pues hasta pienso y digo que no estamos al final de las pruebas. Estoy incluso seguro de que la Divina Providencia me prepara todavía algunas más. Pero me atrevo a decirlo, con tal que Dios no me abandone, ¡bendito sea su santo nombre!, yo nada temo” (Carta PS004). 

Marcelino es constante ante las dificultades y continúa su misión sin desesperar.

Estos tres rasgos son los que hoy más me atraen de Marcelino. ¿Y a ti?



*
Las cartas de Marcelino se pueden consultar en la página de CEPAM (https://sites.google.com/site/cepamespiritualidadmarista/cartasde-todas). La imagen esta tomada de la web del Instituto. (http://champagnat.fms.it/images/marcelino/goyo/geral/images/champagnat8.jpg)

viernes, 19 de mayo de 2017

Testamento Espiritual de Marcelino Champagnat



El 18 de mayo de 1840, Marcelino Champagnat hizo leer ante la comunidad de L’Hermitage su testamento espiritual. El original se encuentra en los archivos de los Padres Maristas. Es un texto de gran importancia para conocer la espiritualidad y misión marista. Marcelino realiza un compendio de sus enseñanzas y las expresa en un lenguaje lleno de afecto.

Para realizarlo, Marcelino, enfermo en cama, platica con el H. Luis María y con el H. Francisco, les dicta sus pensamientos y los hermanos los ponen por escrito. La escritura (grafía) pertenece al H. Francisco. Este testamento fue leído en presencia de la comunidad, en el cuarto del Fundador. Al terminar la lectura Marcelino agregó algunas ideas. Son los dos párrafos finales.

En algunas reproducciones estos últimos dos párrafos han sido colocados en un sitio más adecuado, por ejemplo, en el texto reproducido en las constituciones de los Hermanos.

El texto que aquí se reproduce esta tomado de los archivos de CEPAM y la traducción la realizó el Hermano Aureliano Brambila, lamentablemente actualmente no se encuentra disponible en línea.

_________________

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Aquí, en presencia de Dios y bajo el amparo de la Santísima Virgen y de san José, resuelto a transmitir a todos los Hermanos de María la expresión de mis postreras y más encarecidas voluntades, reasumo todas mis energías para redactar mi testamento espiritual , según creo más conforme a la voluntad de Dios y al bien de la Sociedad.

Deseo que reine siempre entre los Hermanos de María una obediencia total y perfecta; que los súbditos, viendo en los superiores la persona de Jesucristo, los obedezcan de corazón y espíritu y renuncien siempre, si fuere necesario, a su voluntad y sus propios juicios. Recuerden que el religioso obediente cantará victoria y que la obediencia es, sobre todo, el cimiento y soporte de la comunidad. Animados de este espíritu, sométanse ciegamente los Hermanitos de María no sólo a los superiores mayores, sino a cuantos estarán encargados de dirigirlos y guiarlos. Penétrense bien de esta verdad de fe: el superior representa a Jesucristo y, cuando manda, debe ser obedecido como si mandara el mismo Cristo.

Les ruego también, muy queridos Hermanos, con todo el cariño de mi alma y por el que ustedes me profesan, que se comporten de tal modo que la caridad reine siempre entre ustedes. Ámense unos a otros como Cristo les ha amado. No haya entre ustedes sino un solo corazón y un mismo espíritu. Ojalá se pueda afirmar de los Hermanitos de María lo que se decía de los primeros cristianos: ¡Miren como se aman!... Es el deseo más vivo de mi corazón en estos últimos instantes de mi vida. Si, queridos Hermanos míos, escuchen las últimas palabras de su Padre, que son aquellas de nuestro amadísimo Salvador: “Ámense unos a otros”.

Deseo, queridísimos Hermanos míos, que esta caridad, que debe unirles a todos juntos como miembros de un mismo cuerpo, se extienda también a las demás congregaciones. ¡Ah! les ruego por la caridad sin límites de Jesucristo, que no envidien jamás a nadie, y menos aún a quienes el buen Dios llama al estado religioso para trabajar, como ustedes, en la educación de la juventud. Sean los primeros en alegrarse de sus éxitos y apenarse de sus desgracias. Encomiéndenlos a menudo al buen Dios y a la divina María. Denles con gusto la preferencia. Jamás presten oídos a los comentarios que pudieran perjudicarlos. Que la sola gloria de Dios y el honor de María sean su único fin y toda su ambición.

Del mismo modo que su voluntad debe coincidir con la de los Padres de la Sociedad de María en la obediencia a un Superior General único, es mi deseo que sus corazones y sentimientos se fusionen siempre en Jesús y María. Que sus intereses sean los de ellos; constituya un placer para ustedes volar en su ayuda siempre que se lo pidan. Que un mismo espíritu, un idéntico amor les unan a ellos como las ramas a un mismo tronco y como los hijos de una sola familia unidos a una buena Madre, la divina María. El Superior general de los Padres, siéndolo también de la rama de los Hermanos, ha de ser el centro de unión de unos y otros. Como sólo he tenido motivos de felicitarme por la sumisión y obediencia que siempre me han mostrado los Hermanos de María, deseo y espero que el Superior General encuentre siempre la misma obediencia y sumisión. Su espíritu es el mío, su voluntad la mía. Considero que esta perfecta armonía y esta sumisión total constituyen la base y soporte de la Sociedad de los Hermanos de María.

Pido también al buen Dios y deseo con todo el afecto de mi alma que perseveren fielmente en el santo ejercicio de la presencia de Dios, alma de la oración, de la meditación y de todas las virtudes. Que la humildad y la sencillez sean siempre la característica de los Hermanitos de María. Que una tierna y filial devoción a nuestra buena Madre les anime en todo tiempo y circunstancia. Háganla amar por todos cuanto les sea posible. Es ella quien es la primera Superiora de toda la Sociedad. A la devoción a María junten la devoción al glorioso san José, su dignísimo esposo. Ustedes saben que es uno de sus primeros patronos. Desempeñan el oficio de ángeles custodios junto a los niños que les están confiados: tributen también a estos espíritus puros un culto particular de amor, respeto y confianza.

Hermanos míos muy queridos: sean fieles a su vocación: ámenla y perseveren en ella con entereza. Manténganse en un gran espíritu de pobreza y desprendimiento. Que la observancia diaria de sus santas Reglas les preserve de faltar jamás al voto sagrado que les une a la más bella y delicada de las virtudes. Cuesta vivir como buen religioso, pero la gracia lo suaviza todo. Jesús y María les ayudarán; además la vida es muy breve y la eternidad no tendrá fin. ¡Ah! qué consolador resulta, cuando se va a comparecer delante de Dios, recordar que se ha vivido bajo el amparo de María y en su santa Sociedad. Dígnese esta buena Madre conservarles, multiplicarles y santificarles. Que la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunicación del Espíritu Santo estén siempre con ustedes. Los dejo a todos, confiadamente en los santos Corazones de Jesús y de María, hasta que tengamos la dicha de reunirnos juntos en la eterna bienaventuranza.

Esta es mi última y expresa voluntad, para gloria de Jesús y de María

El presente testamento espiritual será entregado al Padre Colin , Superior General de la Sociedad de María.

Hecho en Notre-Dame de l’Hermitage, el dieciocho de mayo de mil ochocientos cuarenta, en presencia de los testigos que firman abajo .

El Superior y Fundador de los Hermanitos de María,

José Benito Marcelino Champagnat, presbítero.



Suplico humildemente a quienes de alguna manera haya podido ofender o escandalizar, si bien no recuerdo haber disgustado a nadie voluntariamente, que tengan a bien perdonarme por la caridad infinita de Nuestro Señor Jesucristo, y unir sus plegarias a las mías para alcanzar del buen Dios que se digne olvidar los pecados de mi vida pasada y acoger mi alma en su infinita misericordia.

Muero lleno de respeto, gratitud y sumisión al Superior General de la Sociedad de María y animado por los sentimientos de la unión más perfecta con todos los miembros que la componen, especialmente con los Hermanos que el buen Dios hubo confiado a mis desvelos y que siempre han sido tan queridos a mi corazón.

CHAMPAGNAT.



H. Francisco , H. Luis María , H. Juan María , H. Luis , H. Estanislao , H. Buenaventura.




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Existe un canto del grupo Kairoi que se basa en el Testamento Espiritual de Marcelino.





Imagen tomada de: http://www.champagnat.org/410.php?a=10c&cat=5Fines_LA#

lunes, 8 de mayo de 2017

Personajes contemporáneos a Marcelino Champagnat




Marcelino vive la época de cambio marcada por la Revolución Francesa. Nace entre el antiguo régimen y la modernidad. Su vida (1789-1840) transcurre entre la revolución francesa y la época napoleónica. Al mismo tiempo que se da la revolución industrial y las guerras de independencia americanas.

En su tiempo se desarrolla el pensamiento de la ilustración. Pensadores como Voltaire y Montesquieu propondrán un nuevo sistema político. Ante el racionalismo, Kant planteará el papel que toman las personas en el acto de conocer, que más tarde retomará Hegel.

El mundo estará marcado por el enfrentamiento social entre los defensores del Antiguo régimen como Luis XVI o Federico Guillermo III de Prusia y los defensores de los ideales democráticos y republicanos como Napoleón Bonaparte.

En América es el tiempo de las independencias. Personajes como Thomas Jefferson en Norteamérica o Simón Bolívar en Sudamérica, lucharán por la libertad de sus pueblos.

En las artes, este tiempo será el cambio del clasicismo, marcado por la armonía y el equilibrio, el orden racional y la proporción, al Romanticismo, marcado por la emoción, el sentimiento y la intuición. Como principales representantes de la música tenemos a Mozart y a Beethoven. En literatura, el francés, Víctor Hugo,
se compromete en la reivindicación de derechos y fuera de Francia, Goethe realiza una crítica social al escribir Fausto. En pintura resalta la obra de Eugène Delacroix, autor de La Libertad guiando al pueblo y, Théodore Géricault cuya obra más conocida es La balsa de la Medusa.


viernes, 24 de marzo de 2017

La herencia que recibimos los maristas.



Los Laicos y Hermanos Maristas hemos recibido una valiosa herencia tanto de nuestro fundador como de los hermanos y laicos que nos han precedido. Hoy somos herederos de este carisma que es un regalo para la Iglesia y el Mundo. Profundizar esta herencia pasa por el conocimiento de la vida y experiencia espiritual que vivió Marcelino Champagnat. Un símbolo que puede ayudarnos a recordarlo es L’Hermitage, la casa que construyeron Marcelino y los primeros hermanos.

La casa de L’Hermitage, nuestra herencia, nos viene junto con una misión. La misión de la educación cristiana de los niños y jóvenes. Los maristas continuamos un proceso surgido en la Iglesia desde antiguo, primero como catequesis, luego como preparación de sus sacerdotes y religiosos. Poco a poco, a lo largo de los siglos, van surgiendo congregaciones dedicadas a la formación de los niños y jóvenes. Marcelino Champagnat se sitúa en este proceso. Ve una necesidad: la formación de los niños y jóvenes del campo. En este tiempo, los niños de las grandes ciudades de Francia eran atendidos por los Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Sallistas) con ellos resurgen las comunidades de Hermanos, es decir, de cristianos no sacerdotes consagrados a Dios.

Los tiempos de la fundación de los maristas, se sitúan en un contexto político nuevo, la Revolución Francesa. Dicha revolución tuvo un carácter anti-religioso. Marcelino, junto con otros fundadores de su tiempo, sentirá la necesidad de trabajar por la reevangelización de su país (restauración) y por la evangelización del mundo recién descubierto (Islas de Oceanía). Un tiempo de la construcción de un modelo nuevo.

De forma general, los fundadores de congregaciones de este tiempo tendrán una visión de una sociedad corrompida, una visión de una serie de catástrofes apocalípticas que comenzaron en la reforma protestante, continuaron en el siglo de las Luces y seguían durante la revolución francesa y propondrán, como respuesta, un nuevo tipo de religiosos, de tradición misionera cuyo prototipo fue la Sociedad de Jesús (Jesuitas) (Lanfrey 2015: 136).

Marcelino, en el seminario conoce a dos compañeros Courveille y Colin, con ellos y algunos más, formará un grupo de seminaristas piadosos que el terminar su formación se comprometerán en el santuario de Fourvière a la fundación de una sociedad dedicada a María. Ellos lo veían como una respuesta de Dios a esos últimos tiempos que estaban viviendo y se encargarían de la evangelización, para ello realizarían misiones y fundarían escuelas.

Marcelino aporta una idea nueva, un grupo de “hermanos” que se dediquen fuertemente a la parte educativa. Es difícil saber con precisión a qué se refería con Hermanos, podría ser un grupo de laicos piadosos formados como maestros cristianos, especialistas en la catequesis, o podría ser, un grupo de Hermanos, miembros de una congregación religiosa. Este último será la evolución histórica que tomará forma en L´Hermitage. En el prospecto de 1824 dirá:

“Para superar ese inconveniente [dificultades en la educación de las zonas rurales], se ha formado un establecimiento de maestros, bajo el nombre de Hermanitos de María; y en este momento, se construye una casa de ese instituto en el Hermitage de Notre-Dame-sur-Saint- Chamond, departamento de Loire.” (Citado por Lanfrey 2015: 266)

Marcelino Champagnat vio la educación cristiana como una forma de evangelizar. Como un ministerio catequético. En los estatutos de 1836, en el primer artículo dirá:

“Los Hermanitos de María tienen por objeto principal la instrucción primaria; ellos enseñan el catecismo, la lectura, la escritura, el cálculo, los principios de la gramática, el canto de la iglesia y la historia santa. En su enseñanza, siguen el método de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.” (Citado por Lanfrey 2015: 305)

Marcelino pensó en educadores cristianos. Una visión diferente a la de los maestros de la época, y con bases diferentes a las propuestas por la universidad post-revolucionaria. Los Hermanos Educadores debían ser apasionados por Dios, creyentes piadosos (en el lenguaje del Siglo XIX); dedicados a tiempo completo a la formación de la juventud, por lo cual no quería que se involucraran en otras funciones ya sea eclesiásticas (como sacristanes, cantores, lectores, campaneros…) o civiles (como secretarios de los ayuntamientos).

Un aspecto importante es que Marcelino consideraba la educación de niños y jóvenes como una vocación completa. Veía ésta vocación como un apostolado laical. Con esta concepción Marcelino fue punta de lanza en la doctrina de vocación laical y de apostolado de los laicos. Prueba de esto son las cartas de Marcelino al Hermano Bartolomé, por ejemplo, la carta 14:

Sé también que tienen gran número de niños, o sea, que tendrán un gran número de imitadores de sus virtudes, porque sus niños se formarán según sean ustedes, según sean sus ejemplos así ajustarán ellos su conducta. ¡Qué importante es su trabajo y qué sublime! Están continuamente con aquéllos de los que Jesús hacía sus delicias, ya que prohibía expresamente a sus discípulos impedir a los niños acercarse a él. … ¡Oh!, qué bien recibidos serán por este divino maestro, este maestro gene-roso. . . Digan a sus niños que Jesús y María los quieren mucho a todos: a los que son buenos por que se parecen a Jesús Cristo, que es infinitamente bueno, a los que aún no lo son, porque llegarán a serlo. (PS014)

Marcelino reivindicará la vocación de hermanos laicos, autónomos, aunque bajo la dirección de sacerdotes. Marcelino no verá al Hermano como un doméstico sino como un Apóstol-catequista, aunque esto le traerá problemas principalmente con el P. Colin, ya que en ese momento la Iglesia no tenía definido este estado religioso.

Marcelino veía a los jóvenes necesitados de catequistas y educadores por eso forma hermanos, que puedan orientarlos en este tiempo de crisis, que los salven del peligro de los maestros-mercenarios (los maestros de la revolución), que no buscan su desarrollo y salvación, sino que los desorientan tanto con sus palabras como con su forma de vida. El Hermano Juan Bautista, su biógrafo escribirá:

“Si tan sólo se tratase de enseñar la ciencia profana a los niños, no harían falta los hermanos; bastarían los maestros para esa labor. Si sólo pretendiéramos darles instrucción religiosa, nos limitaríamos a ser simples catequistas, reuniéndolos una hora diaria para hacerles recitar la doctrina. Pero nuestra meta es muy superior: queremos educarlos, es decir, darles a conocer sus deberes, enseñarles a cumplirlos, infundirles espíritu, sentimientos y hábitos religiosos, y hacerles adquirir las virtudes de un caballero cristiano. No lo podemos conseguir sin ser pedagogos, sin vivir con los niños, sin que ellos están mucho tiempo con nosotros” (Furet 1989: 547).

Marcelino veía la educación cristiana no solamente como enseñanza del catecismo, quería preparar a los jóvenes para la vida, no solo enseñarles a leer, escribir y contar sino para que lleven una vida íntegra y sean gente de bien. Para hacerlo pedía que los hermanos imitaran a los hermanos de las Escuelas Cristianas, que eduquen a los niños y jóvenes con el método que ellos utilizaban. Tuvo una especial preocupación por los pobres, para llegar a ellos pedía a los hermanos que vivan de forma sencilla.

Con respecto a los maestros que daban clases, revolucionarios y más tarde enviados por la universidad dirá: “no se puede ser un auténtico maestro de enseñanza primaria sin dar prioridad a la educación cristiana” (Lanfrey 2015:337). Por eso daba gran importancia al ejemplo, más tarde afirmará: la principal lección es el ejemplo.

Para llevar a la práctica estas ideas, Marcelino tendrá que superar muchas dificultades. Ya se ha hablado del problema de la identidad de los hermanos y del conflicto con el P. Colin. Además, se tendrá que preocupar de la formación de los hermanos y de la aceptación por el gobierno.

Para formación de los hermanos, Marcelino tiene el doble reto de formarlos como religiosos y como maestros. Para hacerlo construirá la casa de L’Hermitage, que mucho tiempo funcionará como casa central y noviciado, aquí los novicios maristas aprendían a orar, el catecismo y los principios de la vida cristiana, además, aprendían a leer y escribir bien. El hermano Sylvestre, formado L´Hermitage en 1831, describe el noviciado de su tiempo:

En cuanto al personal, se componía de una veintena de hermanos ancianos, empleados en diversos talleres o en otras cosas, y una decena de hermanos jóvenes o novicios, a quienes se daba durante dos horas al día, lecciones de lectura, ortografía, cálculo y sobre todo de catecismo y escritura elemental (Sylvestre 1992: 299, citado por Lanfrey, 2016: 402).

También, en L’Hermitage reunirá a todos los hermanos, en los tiempos de vacaciones, para un retiro espiritual y tiempos de estudio. Esta formación será completada con la vida del día a día en las comunidades, donde, los directores de las escuelas (y al mismo tiempo superiores de la comunidad) tenía el deber de enseñar en la práctica a los hermanos, volverlos maestros y religiosos, apoyados en un horario de estudio y en la práctica diaria. Esta práctica será reflejada en el reglamento de 1837:

[Después de levantarse a las cuatro y de las oraciones,] a las cinco y media se escribe o se hacen algunos modelos [de escritura] si no hay suficientes. A las seis y media, el lunes, martes y miércoles, los hermanos estudian Gramática o preparan el dictado. El viernes y sábado se emplea esta media hora en la Aritmética o en la lectura de manuscritos. Si es necesario, se puede dedicar al estudio de estas materias la media hora de tiempo libre que precede al oficio de la tarde (Règle,1837, p. 16 citado por Lanfrey 2016:400).

Estos ejercicios son presididos por el Director que debe formar en la ciencia a los que están a su cargo. No cabe duda que Marcelino daba importancia a la formación de sus hermanos, logrando que jóvenes hijos de campesinos se volvieran, en pocos años, experimentados evangelizadores y maestros.

Varias cualidades nos deja Marcelino como parte de su herencia. Entre ellas quiero destacar la solución a los problemas prácticos. Marcelino era una persona que experimentaba las dificultades y encontraba la mejor manera de solucionarlas, no se enredaba en teorías, descubrió la necesidad de los niños y jóvenes sin educación y sin catequesis y la resolvió fundando a los maristas. Ante la dificultad de la aprobación civil sabe solucionar las principales adversidades de no contar con ella. Ante la necesidad de una casa más grande, construye.

Marcelino se compromete en la evangelización, se apasiona por Dios y quiere transmitirlo a los demás, hoy que queremos vivir un nuevo comienzo es tiempo de volver a apasionarnos por Dios.

Marcelino sabe confiar en su gente y delega las decisiones en el nivel que corresponde como las necesidades de formación en los directores. De igual manera se preocupa por la formación tanto inicial como permanente, para que responda a las necesidades que existen.

Finalmente creo que Marcelino sabe ver soluciones donde otros ven problemas, quizá esto lo aprendí en L’Hermitage. Creo que es muy conocida la anécdota, cuando en tiempos de Marcelino, los obreros que estaban construyendo L’Hermitage se cansan y le dicen al Padre Champagnat que no se puede cortar la roca, y que el mismo se pone a cortarla con fuerza. Para unos un gran problema, un pequeño valle con una colina de rocas que estorbaba. Pero desde otro punto de vista, seguramente Marcelino consiguió ese terreno por que tenía materia prima para la construcción. La roca para Marcelino en vez de ser un obstáculo era algo con lo cual podría construir. Así construyó L’Hermitage. Construcción que queda como símbolo de la herencia que hemos recibido. Ojalá que nosotros, como Marcelino sepamos ser dignos herederos y donde otros ven problemas nosotros veamos la materia prima para la solución.





Furet, Juan Bautista (1989). VIDA DE JOSÉ BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT. Edición del Bicentenario. Roma: Casa General de los Hermanos Maristas.

Lanfrey, André (2015). MARCELINO CHAMPAGNAT Y LOS PRIMEROS HERMANOS MARISTAS 1789-1840: Tradición educativa, espiritualidad misionera y congregación. Carisma y principios educativos maristas, Vol. 1. Curitiba (PR): Editora Universitária Champagnat



RAYMOND, Borne; SESTER, Paul. CRÓNICAS MARISTAS VI: cartas del P. Champagnat – 2. Biografías y topónimos. Roma: Luis Vives, 1987. Consultado en Internet en: https://sites.google.com/site/cepamlbcartasde/02-ch111000-conjuntos-de-cartas-activas/CartasdeMarcelino.doc?attredirects=0&d=1 en noviembre de 2016


* Este texto se presentó inicialmente como trabajo en la materia de "Origenes de la Tradición Pedagogica Marista" tomada en el 2016 en la maestría en Carisma y Misión Marista en la PUCPR-Curitiba

lunes, 20 de marzo de 2017

"Un solo corazón y un mismo espíritu"


En los textos que nos deja Marcelino en varias ocasiones aparece la expresión: “Un solo corazón y un mismo espíritu”. Por ejemplo, aparece en varias cartas, como la 268 y, aparece en el testamento espiritual: “…Amaos unos a otros como Cristo os ha amado. No haya entre vosotros sino un solo corazón y un mismo espíritu. ¡Ojalá se pueda afirmar de los Hermanitos de María lo que se decía de los primeros cristianos: «Mirad cómo se aman…»!...”

Esta frase no es exclusiva de Marcelino, por ejemplo, tenemos testimonios que el P. Colin, fundador de los Padres Maristas, también la utilizaba.

La frase aparece también en otras tres cartas de Marcelino, las tres corresponden a un mismo contexto, cuando invita a los hermanos a retiro. En la carta 062 (Circular a los Hermanos del 24 de agosto de 1835) “Vengan a descansar y a reparar sus fuerzas en un lugar de paz, de silencio y de recogimiento con las mismas disposiciones que tenían los Apóstoles en el Cenáculo y como la multitud de los primeros cristianos que no tenían más que un corazón y un alma; nos esforzaremos en reflejar en nuestra conducta las virtudes de las que nos han dado tan bellos ejemplos.”

De igual manera aparece en la circular numerada como carta 123 del 12 de agosto de 1837: “[Ciertamente] es muy dulce el consuelo de tenerlos a todos reunidos aquí, formando un solo corazón y un solo espíritu, no constituyendo sino una sola familia, no buscando sino la gloria de Dios y los intereses de la Religión, combatiendo todos bajo el mismo estandarte: el de nuestra augusta [Reina] María.”

De otra manera parece en la circular de convocatoria al retiro del 9 de agosto de 1839, Carta 233. “Ahí, unidos en espíritu y corazón, saborearemos los frutos deliciosos que Dios ha prometido por su profeta (Salmo 131) a los hermanos que viven unidos.”

Así podemos saber que la frase se dirige principalmente a los hermanos, la insistencia de encontrarla tanto en el testamento espiritual como en las cartas marca su importancia. Solamente una vez en las cartas aparece dirigida a otra persona, al obispo de Autun, Benigno Du Trousset D’Hericourt, quien le solicita la fundación de un noviciado en su diócesis. (Carta 268)

De dónde conoce Marcelino esta expresión que se va a convertir en su idea de fraternidad, investigando un poco se ven tres posibilidades: La biblia, la influencia de San Juan Bautista de la Salle o los grupos de piedad del seminario de Lyon.

La primera posibilidad es que Marcelino la toma directamente del texto de los Hechos de los Apóstoles que al describir las primeras comunidades cristianas usa esta expresión: “La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos.” (Hechos 4, 32).

Una segunda posibilidad es una influencia de San Juan Bautista de la Salle. Marcelino a lo largo de la fundación de los hermanos tomará elementos pedagógicos de tradición laSallista. Recordemos que ofrecerá como lectura el método lasallista (La Conduite) y en La Valla contratará a un maestro que aprendió el método de estos hermanos para enseñarlo a sus hermanitos. Manuel Mesonero (2003:177)[1] exploró esta posibilidad y encontró un paralelismo ente el texto del Sr. De La Salle y el texto de Marcelino.

Texto de la SALLE            
“… volver a revivir los sentimientos de los primeros cristianos que no tenían más que un solo corazón y un alma sola.” SALLE. M. 113.
Texto de M. CHAMPAGNAT.
“…y como la multitud de los primeros cristianos no tenían más que un solo corazón y un alma sola, nos esforzaremos en...” CHAMPAGNAT. LPC. 62

Una tercera posibilidad, es que Marcelino conociera esta expresión de los grupos piadosos que se desarrollaban en el Seminario Mayor de Lyon en la época de sus estudios. Esta posibilidad la explora el Hno. Lanfrey (S/F). [2] Según él, es muy probable que varias de las fórmulas utilizadas por Marcelino como “la mayor gloria de Dios y el honor de María”, “los Sagrados Corazones de Jesús y de María” y también “un solo corazón y un mismo espíritu”, provengan de los grupos de seminaristas denominados “Asambleas de Amigos” (AA). Lanfrey los define como “La AA es una santa y secreta congregación compuesta por personas selectas, que, unidas por los lazos de una admirable caridad y consagrados especialmente al servicio de Jesús y de María, bajo la protección de san José y de los ángeles custodios no olvidan nada para animarse en la piedad y luego llevar a ella a los demás”. Parece ser que esta organización tuvo su origen en los seminarios Jesuitas y luego pasó a los seminarios sulpicianos como el de Lyon. Según se cree la expresión Cor unum et anima una (Un solo corazón y una sola alma) era la forma de identificarse de esta sociedad. Según el hno. Lanfrey cabe la posibilidad de que Juan Cholleton, formador del seminario en tiempos de Marcelino y director del grupo marista primitivo formara parte de una AA en el seminario San Ireneo antes de 1809 y de otra en San Sulpicio entre 1809 y 1811. De aquí pasaría la divisa a los primeros maristas.

Esta última afirmación, abre otra posibilidad, como ya se dijo Marcelino solamente utiliza la expresión “un solo corazón…” en las circulares a los hermanos y en una carta dirigida al Obispo Du Trousset, ¿Será que los maristas tenían lazos con los Amigos del Cordón y el Obispo Du Trousset pertenecía también a esta sociedad?

Pero, dejemos de lado las especulaciones. Más importante que el origen de la expresión es su significado. ¿Qué pensaba Marcelino cuándo utiliza la expresión “Un solo corazón y una sola alma”?

Ciertamente era un texto que movía el corazón de Marcelino y seguramente lo llevaba a encarnar lo que hoy conocemos como espíritu de familia. El texto desde su origen bíblico habla de la unión total de la comunidad. Nuevamente Mesonero (2003: 134) puede darnos una idea, para él la expresión habla del compartir y poner todo en común y cita algunos datos de los primeros hermanos quienes, por ejemplo, no tienen habitaciones particulares y sus posesiones personales se reducen a lo más imprescindible.

Otra posible interpretación, complementaria y no opuesta a la anterior nos la puede dar el Hno. Juan Bautista Furet en la biografía de los primeros hermanos, concretamente en la biografía del Hermano Luis[3], cuando habla de su época como maestro de novicios menciona: “Nunca en el noviciado hubo tal fervor ni tal fidelidad a todos los ejercicios espirituales; la caridad, la unión, la paz y concordia eran entonces tan perfectas, que todos los postulantes no tenían sino un solo corazón y una sola alma.” Aquí encontramos dos aspectos, la fidelidad a los ejercicios de piedad, una sola alma representaría el exacto cumplimiento de los ejercicios, es decir el compañerismo que brota del amor a Dios y que se transforma en el cumplimiento de los que se ha interpretado como voluntad de Dios y; un solo corazón representaría la fraternidad que surge de la paz y la concordia vividas por la caridad.

El Hermano Furet, en el libro de Enseñanzas Espirituales (Capítulo XXVI)[4] profundiza en este sentido de fraternidad, y comenta la frase de Un solo corazón y una sola alma expresando: “El amor que el padre Champagnat deseaba que se profesasen mutuamente los hermanos, ha de ser efectivo. Pedía, para ello, que se le hiciese consistir especialmente en cuatro cosas:

1. Prestarse mutuos servicios en cualquier ocasión.

2. Avisarse caritativamente de los defectos e infracciones de la regla.

3. Soportarse mutua y caritativamente.

4. Buscar excusa para los defectos de los demás.”

Así, la expresión que varias veces toma Marcelino de “Un solo corazón y un mismo espíritu”, y que es mencionada en el Testamento Espiritual, representa el ideal de la comunidad marista, reflejo de la primera comunidad cristiana, que es alimentada por la fidelidad a la oración y por la caridad fraterna. Ojalá que hoy los maristas, laicos y hermanos avancemos por el camino de la fraternidad al estilo de los primeros hermanos.


[1] Mesonero, Manuel (2003). Espiritualidad de San Marcelino Champagnat. Consultado en internet: https://sites.google.com/site/cepamespiritualidadmarista/libros-sobre-patrimonio/BBB42102CH4200060.doc consultado en febrero de 2017
[2] Lanfrey, André (S/F) Ensayo sobre los orígenes de la espiritualidad. Consultado en internet: http://www.cepam.umch.edu.pe/Archivum/Archivum01/BBB45120090420080.doc consultado en febrero de 2017
[3] Cita tomada de la biografía del hermano Luis en la web de CEPAM: https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=sites&srcid=ZGVmYXVsdGRvbWFpbnxjZXBhbWVzcGlyaXR1YWxpZGFkbWFyaXN0YXxneDo3YzdjNzUxZmFkZjc1NmEy consultada en febrero de 2017
[4] Furet, Juan Bautista (S/F) Enseñanzas Espirituales: En internet: https://sites.google.com/site/cepamespiritualidadmarista/libros-sobre-patrimonio/Ense%C3%B1anzas%20Espirituales.doc consultado en febrero de 2017

Foto: BarbaraBonanno, tomada de https://pixabay.com/es/cuota-uno-para-todos-y-todos-para-uno-1411235/ 

viernes, 17 de marzo de 2017

La formación de los maristas según Champagnat



Uno de los temas que más me llaman la atención actualmente y que me motivan para realizar los estudios de la Maestría en Carisma y Misión Marista es conocer a Marcelino como formador y acompañante de los Hermanos. Podemos estar seguros que Marcelino fue un gran formador y acompañante, prueba de ello son los Primeros Hermanos, a quienes Marcelino formó ayudado por algunos sacerdotes que en el Hermitage fueron la semilla de la Sociedad de María.

El pensamiento de la Sociedad de María, tanto en Lyon como en Belley parece partir de una visión negativa del mundo, ven al mundo después de la revolución francesa como la última etapa del apocalipsis, como una especie de combate final entre Dios y sus enemigos. Lanfrey los resume en tres convicciones: “1) el mundo del siglo XIX es perverso; 2) la fundación que comenzó es una obra de Dios para combatir; y, 3) es Dios quien la dirige (2015: 353-354). La respuesta de Marcelino será la fundación del Instituto, dedicado a la educación, para él la revolución perturbó la transmisión de la fe. Algunos escritos parecen darnos una clave en lo que el mismo Lanfrey llama “restauración del principio de autoridad”. (2015:355).

Marcelino enfatizará en sus hermanos el cuidar la disciplina, el Hno. Furet sintetiza algunas de sus enseñanzas diciendo: “Por ella se gana la estima del público y de los niños. Haciéndolos ciudadanos sumisos a las leyes, la disciplina preserva a la iglesia, a la sociedad, a la familia y a los niños, de la gran herida de nuestro siglo: la insubordinación” (1989:539, citado en Lanfrey 2015:363).

Como logar la victoria en el combate, Marcelino enfatizará tres aspectos: Primero la centralidad en Jesús, segundo el ejemplo, tercero: la catequesis.

Marcelino nos muestra que su centro está en Jesús. Una y otra vez, Marcelino regresará al espíritu de la fundación: Que Jesucristo sea conocido y amado. Especialmente en sus cartas se puede ver el tema, sobre todo en los primeros años del instituto escribirá a los hermanos recordándoles el pasaje del evangelio donde Jesús se encuentra con los niños (cfr. Mt. 19,14). Marcelino les recordará este pasaje y les recordará lo esencial de su vocación: Acercar a los niños a Jesús. Por ejemplo, en la carta PS014 le expresará al Hno. Bartolomé: “Digan a sus niños que Jesús y María los quieren mucho”.

Este amor a Jesús y María situarán a Marcelino en el proyecto de una Iglesia nueva. Esta iglesia nueva tendrá dos características: será mariana y apostólica. Marcelino no dejará de enfatizar el seguimiento de Jesús como lo hizo María y la necesidad de construir una nueva Iglesia, una iglesia preparada para el combate del fin de los tiempos.

Segundo, para Marcelino el ejemplo tendrá un carácter especial y necesario. No se puede enseñar lo que no se vive, y siendo el amor a Jesús y María lo principal, formará a sus discípulos como modelos de estos amores. El marista tendrá que vivir las virtudes cristianas, dar ejemplo de ellas. Se trata de convertirse en un catecismo vivo, donde las palabras sobren y simplemente al ver a los hermanos (y hoy a los laicos maristas) los alumnos entiendan como tienen que vivir. Nuevamente la carta al Hermano Bartolomé nos puede dar un ejemplo de cómo insistía Marcelino en este punto: “Sé también que tienen un gran número de niños, o sea, que tendrá un gran número de imitadores de sus virtudes, porque los niños se formarán según sean usted, según sus ejemplos así ajustarán ellos su conducta.” (PS014)

Marcelino prestará una enorme importancia a la vida de cada uno de sus maestros. De hecho, en sus novicios, soportará con indulgencia los errores y fallos, pero no tolerará a los que tengan un carácter superficial, a los que se guían por maneras mundanas, sean vanidosos o cometan faltas contra las buenas costumbres.

Finalmente: El catecismo. Marcelino daba una importancia capital al catecismo. Insistirá que los hermanos serán catequistas, que su vocación es la de educador-catequista, pero enfatizará en el ser catequista.

Tenemos testimonios de que Marcelino durante sus años de seminarista fue catequista, así lo narra la biografía del Hermano Furet. Uno de los ejemplos ha sido la catequesis que dio en unas vacaciones del seminario en su pueblo, ahí con una manzana explicó nociones básicas de geografía, con una manzana, y al mismo tiempo suscitó la idea misionera en el joven Epalle, quien más tarde sería obispo misionero en Oceanía.

Nuevamente sus cartas nos pueden dar una idea de las instrucciones que daba a sus hermanos “no escatime nada para formar sus tiernos corazones en la virtud”, dirá al Hermano Bartolomé (PS014). “Forme a sus alumnos en todas las virtudes cristianas” dirá al Hermano Alfonso (PS031).

Marcelino tendrá tanto interés en que se de catecismo en las escuelas que propondrá que el catecismo se exponga dos veces al día.

Pero un aspecto importante a considerar es que Marcelino no busca que en el catecismo solamente se memorice buscará que toque la vida de cada uno de los alumnos. Marcelino pedirá que el catecismo introduzca en la vida de fe para lograr la plenitud de la vida. Una vida que se ve en la práctica, en las actitudes y en las decisiones de la persona.

Hay un punto que es necesario enfatizar: en la escuela marista, la enseñanza profana debe servir indirectamente al catecismo. Es decir, la enseñanza de la lengua, las matemáticas, la historia o las ciencias deben servir como base para realizar una catequesis y servir para descubrir a Dios en la vida, el Dios que nos ama.

Lo que pedía Marcelino a sus hermanos y sigue pidiéndonos hoy a los Maristas se puede sintetizar en una pequeña lista: Instruir a los jóvenes en las verdades de la Fe cristiana, ayudar a los jóvenes a evitar el pecado (especialmente por el tiempo pasado en la escuela y por una vigilancia paternal), formarlos en la virtud, hacerlos amar la religión, enseñarles sus deberes hace con sus padres, con los pastores de la Iglesia, con las autoridades civiles y la sociedad, inspirarles el amor al trabajo y los hábitos de orden y limpieza. Estos posiblemente sean los énfasis en los que se preocupaba Marcelino.

Para realizar esta misión es que pide educadores totalmente entregados a su vocación, totalmente dedicados a la educación de los niños y los jóvenes. Y es por esto mismo que pedía a los primeros hermanos que no se dedicaran a otras funciones, buenas en sí mismas pero que les quitarían tiempo para evangelizar a los niños y jóvenes como son el servicio a los enfermos, el secretariado en los municipios o la sacristía de los templos. Porque Marcelino veía la vida como una lucha entre el bien y el mal, y recordaba la lucha que anuncia el apocalipsis al final de los tiempos. Para Marcelino formar buenos cristianos que luchen bajo la bandera de Jesús tenía la máxima importancia y para ello fundó a los Maristas.



Fuentes:

Lanfrey, André. (2015). MARCELINO CHAMPAGNAT Y LOS PRIMEROS HERMANOS MARISTAS 1789-1840: Tradición educativa, espiritualidad misionera y congregación. Carisma y principios educativos maristas, Vol. 1. Curitiba (PR): Editora Universitária Champagnat

Furet, Juan Bautista (1989) VIDA DE JOSÉ BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT. (Edición del Bicentenario). Roma:Hermanos Maristas.

* Este texto se presentó inicialmente como trabajo en la materia de "Origenes de la Tradición Pedagogica Marista" tomada en el 2016 en la maestría en Carisma y Misión Marista en la PUCPR-Curitiba

lunes, 13 de marzo de 2017

La devoción marista a San José.



Marcelino Champagant era devoto de San José. Lo podemos ver claramente en dos testimonios. En la carta 238, para agradecer a sus hermanos las felicitaciones por el año nuevo, expresa: “¿Quién podrá, después de María, expresar mejor todo lo que sentimos, que San José, ¡ese gran santo! ¡ese hombre seráfico!”. De igual manera en el Testamento Espiritual expresará: “En presencia de Dios y bajo el amparo de la Santísima Virgen y de san José…” y más tarde recomienda a los hermanos: “A la devoción a María juntad la del glorioso san José, su dignísimo esposo; ya sabéis que es uno de nuestros primeros patronos…” Ante estos testimonios surge la pregunta: ¿Qué veía Marcelino en San José para que lo propusiera como Modelo de Vida de los Maristas?

Considero que mínimamente Marcelino vería 6 rasgos importantes para la vida de los Maristas a contemplar a San José. Estos puntos constituyen algunos de los rasgos presentes en su espiritualidad y que los veía reflejados en la vida de este santo. Estos son: El amor a Jesús, el amor a María, el amor al trabajo, la Humildad y vida oculta, el ser educador cristiano y el cumplimiento de la voluntad de Dios.

San José fue el padre de Jesús. Sabemos que en la Iglesia ha habido discusiones sobre el significado de paternidad en San José, sobre todo para enfatizar la filiación divina de Jesús, no quiero entrar en dichas discusiones. Lo que sí sabemos es que San José después de un momento de duda que nos narra el evangelio, acepta ser padre legal de Jesús y darle su nombre (en la actualidad diríamos apellido). Es por José que Jesús pasa a pertenecer al pueblo judío y a la familia de David. Marcelino seguramente veía en este hecho el amor que tenía a Jesús, un amor que experimenta él mismo y que quiere transmitir a sus discípulos. San José es símbolo del amor a Jesús.

San José, además, fue esposo de María. Nuevamente no veo pertinente entrar en la discusión sobre el matrimonio entre José y María y su vida íntima. La iglesia ha enseñado la virginidad de María, para enfatizar la divinidad de Jesús. Pero el mismo evangelio llama a María esposa de José. Marcelino seguramente al contemplar a San José vería a la persona que ama profundamente a María. Que es capaz de aceptar incluso lo inaceptable y a perder su nombre por el amor que le profesa. Y Marcelino también amaba profundamente a María, tanto que nos quiso dar su nombre a los Maristas. San José, también será el símbolo de la persona que ama profundamente a María.

Otro de los rasgos que seguro Marcelino vería en José es el amor al trabajo. Seguro que Marcelino se identificaría con el carpintero de Nazaret, aquel artesano experto de la construcción. Me imagino a Marcelino pensando que José seguramente armaba andamios, preparaba mezcla y trabajaba como él lo hacía en ese momento en el Hermitage. Marcelino seguramente aprendió junto a José los hábitos de orden y limpieza, de trabajo bien hecho, completo y a tiempo. San José será el símbolo del amor al trabajo.

Creo que igual, Marcelino veía en San José el modelo de humildad y vida oculta que quería para los Maristas. San José es una figura importante en el Evangelio, va a salvar a Jesús de la persecución, va a educarlo, como veremos más adelante, pero no dice una sola palabra en el texto evangélico. Seguro que Marcelino lo veía como modelo de Humildad para sus Marista y de una persona que pasó su vida haciendo el bien sin ruido. San José seguramente para Marcelino era modelo de Humildad.

Además, San José, es modelo de Educador Cristiano. San José educó a Jesús, quizá algunas de las palabras de Jesús fueran palabras que aprendió de José. Seguro que le enseño quién era el Dios al que alababan y que más tarde describirá como su “abba”. Seguro que le enseñó a trabajar, a comportarse en la sinagoga y todo lo relacionado con su vida. Marcelino es modelo de educador cristiano.

Finalmente, San José es modelo de la persona que escucha la voluntad de Dios y la cumple. Dios sale al encuentro de José, le cambia sus planes, lo mete en proceso de discernimiento y búsqueda, lo manda de migrante a Egipto… y en todo ello, San José aparece como hombre justo, como buscador y cumplidor de la voluntad de Dios. Marcelino seguramente ve en San José al hombre capaz de descubrir la voluntad de Dios en su vida y seguirla.

Estos seis rasgos de San José, también los vivió Marcelino y seguramente quería que todos los Maristas los viviéramos, es por eso que propone a San José como patrono del Instituto Marista.


* Este texto se presentó inicialmente como conclusión de un trabajo de estudio sobre la carta 238 de CEPAM.

viernes, 10 de marzo de 2017

Inspiradores del pensamiento educativo de Marcelino


Imagen de Devalei, tomada de: https://pixabay.com/es/lienzo-acrílico-digitales-diseño-1905722/

La obra educativa de Marcelino Champagnat continúa hasta nuestros días y como suele decir el Hno. Emili Turú, actual superior general, se encuentra en tiempo de “Un nuevo comienzo”. Este comienzo no se da en un “ambiente estéril”, como de un laboratorio, sino que se da en el contexto tanto histórico como social. Igual en tiempos de Marcelino, dentro de su contexto histórico y social va a elaborar un método pedagógico-educativo, basado en los elementos que encontraba dentro del contexto. En el presente documento nos acercaremos a esas influencias en el pensamiento de Marcelino.

Siguiendo a Lanfrey (2015), podemos ver que Marcelino tuvo al menos 4 grandes influencias en su pensamiento educativo: Los Jesuitas, el cardenal La Luzerne, Los Suplicianos y los Hermanos de las Escuelas Cristianas.

La influencia Jesuita le llega por dos autores que leía, Alonso Rodríguez y Jean Batiste Saint-Jure. De Rodríguez tomó la idea de la finalidad del Instituto que se basa en el equilibrio entre la perfección personal y la salvación del prójimo. Además, tomando las ideas de Rodríguez, las transformará para afirmar que “no se puede ser un auténtico maestro de enseñanza primaria sin dar prioridad a la educación cristiana” (Lanfrey 2015:337). Dirá en una de sus cartas al Hno. Bartimeo: “¡Qué desgracia es, hijos míos, que no lo conozcamos bien, sobre todo aquellos de entre ustedes que aprenden el catecismo con tanta desgana!” (PS024)[1]

De igual manera transformará la idea de ministerio, que Rodríguez aplica al sacerdote, pero Marcelino aplicará a los hermanos. Así Marcelino reivindicará la vocación de hermanos laicos, autónomos, aunque bajo la dirección de sacerdotes.

Esta misma idea la tomará de Saint-Jure, Marcelino no verá al Hermano como un doméstico sino como un apóstol-catequista, aunque esto le traerá problemas ya que en ese momento la Iglesia no tenía definido este estado religioso. Además de este autor tomará recomendaciones sobre la santidad de vida, la oración, la humildad y el catecismo.

Del Cardenal Luzerne, a pesar de no ser un pedagogo, Marcelino tomará ideas que ira desarrollando. Un ejemplo será la toma de partido por el método de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, es decir el método simultáneo, rechazando el método mutuo. De igual manera tomará su esquema antropológico, para Luzerne la educación tenía que velar por cuidar tres ejes: La educación el cuerpo, del espíritu y del corazón, en este último fundamentará la educación moral y religiosa. Al mismo tiempo tomará las ideas sobre la importancia del ejemplo (“la principal lección es el ejemplo”), sobre la correcta vigilancia y sobre la “corrección paternal”. Con respecto a la importancia del ejemplo, se puede ver por ejemplo en la Carta al Hno. Bartolomé del 21 de enero de 1830, un texto que dice: “tendrán un gran número de imitadores de sus virtudes, porque sus niños se formarán según sean ustedes, según sean sus ejemplos así ajustarán ellos su conducta” (PS 014). Otra idea importante que tomará de este autor será la importancia de la atención a la infancia: la infancia es el tiempo más favorable para hacer conocer, adoptar, amar y practicar santas normas. Esta idea también aparece en la carta al Hno. Bartolomé de 1830, cuando Marcelino expresa: “¡Cuánto me gustaría tener la dicha de enseñar, de consagrar de una manera más directa mis desvelos en formar a estos tiernos niños!” (PS014). Para Luzerne la idea del Sacerdote-catequista será fundamental, en Marcelino pasará a ser el hermano catequista. Marcelino lo expresara al Hno. Bartolomé en 1831 cuando le dice: “Grandes santos y grandes hombres se felicitaban por un trabajo tan valioso ante Jesús y María.” (PS019)

De los suplicianos, especialmente de Faillon, Marcelino retomará el modelo de cómo hacer el catecismo y qué conducta adoptar. Marcelino conoció el método de catequesis de los suplicianos en el seminario, y lo práctico como seminarista y como joven sacerdote. De este método tomará el ideal de catequista que incluye no hacer acepción de personas, ser constante, fuerte y generoso. Como método catequético, adopta los tres tiempos: Interrogación, instrucción y comentarios. Además, es de Faillon donde aprende que las explicaciones deben ser breves y claras.

Según Lanfrey (2015), paradójicamente la influencia de San Juan Bautista de la Salle, fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas será menor. Le llegará sobre todo por un escrito del Hno. Agathon. Tomará las doce virtudes del buen maestro: la formalidad, el silencio, la humildad, la prudencia, la sabiduría, la paciencia, la reserva, la dulzura, el celo la vigilancia, la piedad y la generosidad. Además, tomará elementos de la Conduite, el libro que sintetiza el método lasallista.

Estas cuatro influencias modelarán inicialmente el pensamiento pedagógico de Marcelino Champagnat y le ayudarán a construir su propia visión educativa. Son ideas tomadas de su entorno, pero reconstruidas por Marcelino para adaptarlas a su contexto particular.


Fuente: Lanfrey, André. (2015). MARCELINO CHAMPAGNAT Y LOS PRIMEROS HERMANOS MARISTAS 1789-1840: Tradición educativa, espiritualidad misionera y congregación. Carisma y principios educativos maristas, Vol. 1. Curitiba (PR): Editora Universitária Champagnat

* Este texto se presentó inicialmente como trabajo en la materia de "Origenes de la Tradición Pedagogica Marista" tomada en el 2016 en la maestría en Carisma y Misión Marista en la PUCPR-Curitiba



[1] Se citan las cartas de Marcelino siguiendo la Numeración del Hno. Sester, se indica PS (Paul Sester) y el número de carta

lunes, 6 de marzo de 2017

La presencia de Dios según San Marcelino


Foto: https://pixabay.com/es/luz-círculo-presencia-106764/


La espiritualidad marista ha utilizado diversos caminos para acercarnos a Dios, uno de los principales y que data de tiempos de Marcelino es la presencia de Dios.

Si revisamos las cartas que escribió Marcelino, encontramos dos donde es explícitamente mencionada, las cartas: PS244 y PS247. Estas cartas son cartas de dirección espiritual entre Marcelino y los hermanos en ellas leemos: “Camine todos los días de su vida en la santa presencia de Dios.” (PS244) y

“Otro buen medio para adquirir las virtudes religiosas es, como usted bien sabe, mi querido amigo, la práctica de la santa presencia de Dios, recomendada por todos los maestros de la vida espiritual. Aunque para las personas del mundo no sea más que de consejo, para los religiosos es un mandato. Ejercítese, pues, en ella durante el resto de la cuaresma.” (PS247)


No solo estos testimonios, sino su mención en el Testamento Espiritual, en las reglas y en la biografía nos hacen ver su importancia. Es más, en las constituciones actuales de los Hermanos Maristas aparece cuando menos en cuatro ocasiones:

“…A ejemplo del Fundador, vivimos en presencia de Dios y sacamos nuestro dinamismo del misterio de Belén, de la Cruz y del Altar. El éxito de nuestro trabajo lo esperamos sólo de Dios, persuadidos de que, si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los constructores.” (Art 7)

“El Padre Champagnat, por el ejercicio de la presencia de Dios, llegó a vivir en oración continua, aun en medio de las ocupaciones más absorbentes. Recurría sin cesar a Dios. Nunca, decía, me atrevería a emprender nada sin antes habérselo encomendado a Dios mucho tiempo. Al celebrar la Eucaristía y en las frecuentes visitas al Santísimo Sacramento, su fe profunda le hacía casi sensible la presencia de Jesús. Se dirigía a María con la confianza de un niño…” (Art. 68)

“… Seguros de la ternura del Padre, perseveramos en la meditación con fe y entereza, a pesar de las dificultades que podamos encontrar en ella, le dedicamos diariamente media hora, por lo menos, y la prolongamos durante el día por el ejercicio de la presencia de Dios”. (Art 71)

“La oración es para nosotros una necesidad absoluta. No se limita a los ejercicios de piedad, ni se identifica con el trabajo apostólico: es presencia y comunión con Dios, que se hace más cercano cuando atendemos a los demás. Poco a poco unifica nuestra vida y llega a convertirse en oración continua, que penetra nuestra acción y se hace perceptible en nuestro rededor…” (Art. 77)

En el Testamento Espiritual se nos invita a perseverar en el ejercicio de la presencia de Dios. “Pido también al Señor y deseo con toda mi alma, que perseveréis fielmente en el santo ejercicio de la presencia de Dios, alma de la oración, de la meditación y de todas las virtudes.”

Esta preferencia por la presencia de Dios se expresa en la regla de 1837:

A las cuatro y media la meditación que debe hacerse siempre en comunidad como en la Casa-Madre. El tema será leído desde la víspera con el fin de pensar en él durante los intervalos del sueño, para preparase bien y no tentar al Señor. En la mañana no se leerá públicamente dicho tema, sino que cada quien es libre de revisarlo en particular o de tomar otro, según su gusto aprobado por el Director. No se contenten con esta media hora de meditación; traten de continuarla en las diferentes acciones del día por el recuerdo de la Presencia de Dios y la práctica de oraciones jaculatorias. (REGLA 1837, 02, 02)

De forma más explícita se explica en la regla de la casa madre:

[RCM37, 01, 29, 01]: Los hermanos procurarán conservar el recuerdo habitual de la presencia de Dios por la práctica del recogimiento y la modestia, proponiéndose por modelos Jesús, María y los santos.

[RCM37, 02, 32, 01]: Se aprenderá con cuidado las reglas que se han de seguir en la meditación para dedicarse útil y fácilmente en este santo ejercicio que es tan necesario en la santificación. He aquí un resumen. Para estar siempre dispuesto a hacer bien la meditación es preciso conservarse en la presencia de Dios, mortificar sus pasiones y sus sentidos, con el fin de que el espíritu esté siempre dispuesto a unirse a Dios, conservándose cerca de él; de otra manera se tendrá gran dificultad y se perderá mucho tiempo cuando se intente recogerse para meditar. Los Padres Espirituales llaman a esta continua presencia de Dios la preparación remota de la meditación.

[RCM37, 02, 32, 02]: La meditación tiene tres partes: la preparación, la meditación propiamente dicha y la conclusión. En la preparación hay que hacer tres cosas: 1º ponerse en la presencia de Dios, 2º implorar su auxilio y sus luces, 3º proponerse el sujeto sobre el se va a meditar.

Según Mesonero (2012): La presencia de Dios puede entenderse de dos modos diferentes, pero no incompatibles. De hecho, una precede a la otra en la evolución de la fe. Una cosa es meterse en la presencia de Dios a través del ejercicio de recordarle, y otra es la unión con Dios, donde el creyente vive en la presencia continua de Dios. Marcelino vivió las dos formas.

Para fomentar el primer modo, Marcelino empleaba el recuerdo de Dios al comenzar la oración. Y durante el día, las jaculatorias, la oración de la hora permiten recordarle. Es un ejercicio ascético.

Siguiendo a Mesonero (2012), la segunda manera de entender presencia de Dios no está desarrollada por los primeros biógrafos de Marcelino. Aunque la vivió, es la unión con Dios, es una etapa mística. Aquí no se puede entrar en la presencia de Dios porque la persona no sale de ella. Prueba que Marcelino vivía en esta presencia de Dios son los garabatos que se encuentran en algunos escritos como cartas y cuadernos y la facilidad que tiene para percibirle en su vida diaria.

Un ejemplo hacia el final de su vida es cuando escribe al hermano Francisco (carta PS175) donde le expresa:

“¿Cuándo saldré de París? No sé nada, cuando Dios quiera. Si es para gloria de Dios que yo muera en París, que se haga su santa voluntad y no la mía. Estoy siempre decidido a ver el fin de este asunto. El Sr. Chanut se va; heme aquí solo soñando. Qué digo, jamás se está solo cuando se está con Dios.”

Marcelino no se siente solo, porque está de continuo en su presencia, por eso afirma ¡Qué digo! Jamás estoy solo puesto que estoy siempre con Dios. ¿Cómo crecer en la presencia de Dios? Para poder decir esta última frase con Marcelino.

El biógrafo de Marcelino menciona[1] que en el tema de presencia de Dios se inspira en San Francisco de Sales. En su libro de Introducción a la Vida Devota, San Francisco menciona 4 medios para recordar la presencia de Dios antes de iniciar una oración:

1) Pensar que Dios está en todas partes, y que no hay lugar ni cosa en este mundo donde no esté con su real presencia; de manera que, así como los pájaros, por dondequiera que vuelan, siempre encuentran aire, así también nosotros, dondequiera que estemos o vayamos, siempre encontramos a Dios.

2) Pensar que no solamente Dios está presente en el lugar donde te encuentras, sino que está muy particularmente en tu corazón y en el fondo de tu espíritu, al cual vivifica y anima con su presencia.

3) Considerar que nuestro Salvador, en su humanidad, mira desde el cielo todas las personas del mundo, especialmente los cristianos que son sus hijos, y todavía de un modo más particular, a los que están en oración, cuyas acciones y movimientos contempla.

4) Servirse de la imaginación, representándonos al Salvador, en su humanidad sagrada, como si estuviese junto a nosotros, tal como solemos representarnos nuestros amigos, cuando decimos: me parece que estoy viendo a tal persona, que hace esto y aquello; diría que la veo, y así por el estilo.

Más tarde, San Francisco de Sales, indicará como instrucción al día de retiro.

“Pon, cuantas veces puedas, durante el día, tu espíritu en la presencia de Dios, por alguna de las cuatro maneras más arriba indicadas; considera lo que hace Dios y lo que haces tú, y verás cómo sus ojos te miran y están perpetuamente fijos en ti, con un amor incomparable. ¡Oh Dios!, dirás, ¿por qué no te miro yo siempre como Tú me miras a mí? ¿Por qué piensas en mí con tanta frecuencia, y yo pienso tan poco en Ti? ¿Dónde estamos, alma mía? Nuestra verdadera morada es Dios, y ¿dónde nos encontramos?” (Segunda Parte, capítulo XII)

La presencia de Dios también se encuentra presente en la espiritualidad de otros fundadores por ejemplo Chaminade. El fundador de los Marianistas, propone la Presencia de Dios como el segundo paso en su camino a la santidad o método de las virtudes. Para él, primero hay que avanzar en el silencio y luego en el recogimiento. Los silencios que propone son 5: El silencio de Palabras (ser dueños de nuestra lengua); El silencio de Signos o de Gestos (ser dueños de nuestras emociones); El silencio de la mente (la atención); El silencio de pasiones y el silencio de la imaginación. A continuación, propone el recogimiento dando dos definiciones: (1) El recogimiento propiamente dicho que consiste en reunir todas las facultades del alma para emplearlas en hacer bien todas las acciones y (2) el recogimiento religioso que consiste en hacer bien todas las acciones, pero al mismo tiempo conservar la presencia de Dios.

San Ignacio de Loyola, no menciona la presencia de Dios de forma mística en sus ejercicios, pero en la última contemplación de los ejercicios, conocida como la contemplación para alcanzar Amor, propone el contemplar a Dios actuando en el mundo, de forma similar a la Presencia de Dios de San Francisco de Sales. San Ignacio propone traer a la memoria todos los beneficios recibidos de creación, redención y dones particulares, mirando con mucho afecto todo lo que Dios ha realizado por mí. Luego mirar cómo Dios habita en las criaturas, en los elementos dando ser, en las plantas vegetando, en los animales “sensando”, en los hombres dando entender; y así en cada uno de nosotros dándome ser, animando, sensando, y haciéndome entender; asimismo haciendo templo de mí al crearme a imagen y semejanza suya. A continuación, considerar cómo Dios trabaja y labora por mí en todas cosas creadas y, finalmente, mirar cómo todos los bienes y dones descienden de arriba.


El Hermano Juan Jesús Moral Barrio (2015) en su libro: Mística y profecía de los primeros hermanos menciona que el mejor texto marista sobre la presencia de Dios se encuentra en uno de los cuadernos del Hermano Francisco, el sucesor de Marcelino. En dicho texto, el Hermano Francisco[2] analiza su obligación, utilidad y práctica.

Con respecto a la práctica de la Presencia de Dios, el Hno. Francisco indica que se necesita evitar cuidadosamente todo lo que podría ser un obstáculo a la presencia de Dios; y la fidelidad a los medios para adquirirla.

Como obstáculos a la presencia de Dios menciona: (1) El orgullo entendido como amor desordenado de nosotros mismos y nuestros propios intereses, y el apego a las criaturas. (2) La dispersión y falta de dominio de la mente, el corazón y los sentidos, como las ganas de hablar sin necesidad, la curiosidad de saber lo que no nos concierne, y para juzgar las acciones de los demás. (3). Por último, el conflicto en los negocios, donde nuestro deber y la caridad no son compatibles.

Como medios para adquirir la presencia de Dios menciona: (1) la pureza del corazón. (2). La oración: pedir todos los días esto gracias a Dios, levantar la mente y el corazón a Dios frecuentemente. (3) El silencio y el recogimiento: evitar hablar innecesariamente. (4) Búsqueda y realización de la voluntad de Dios buscando a Dios en todo y siempre ofreciendo a fin. (5) La contemplación de Dios en todas las criaturas, considerándolos como la imagen de Dios, como espejos que nos representan las perfecciones de Dios.

Considero que es importante en nuestra vida espiritual, no solamente como maristas, sino como cristianos el descubrir la presencia de Dios en todo momento. El camino de pasar de una presencia de Dios ascética a una presencia de Dios desde la mística pasa por la oración profunda, es un Dios que concede a los suyos, se adquiere por los momentos pasados con él en la oración. En esta experiencia vamos aprendiendo que somos la presencia de Dios en el mundo y que nuestra vocación es manifestar la presencia de Dios. Así nuestra vida se transforma en lo que Etty Hillesum, interpreto como llegar a vivir un "diálogo ininterrumpido contigo, Dios mío".





[1] En el capítulo V de la Segunda parte de la Biografía del Hno. Furet.
[2] Texto del Hermano Francisco, en el Archivo Digital de CEPAM: Cuaderno 308, en documentos maristas v2.

viernes, 3 de marzo de 2017

El educador que quería Marcelino


La educación marista surge en el contexto de Francia de principios del siglo XIX. En este momento, poco después de la revolución francesa, un grupo de jóvenes sacerdotes se consagran a María y prometen trabajar por la re-evangelización de su país y del mundo. Entre ellos se encontraba Marcelino Champagnat.

En dicha época la pugna entre el Estado y la Iglesia se manifestará en la búsqueda del control del sistema educativo, los maestros seculares que aprovechan la necesidad educativa trabajando en invierno, como mercenarios, y los maestros que enseñan los principios revolucionarios, dando preferencia a la enseñanza de las ciencias sobre el catecismo.

Marcelino aportará una idea, para re-evangelizar el país hace falta el trabajo educativo de la Iglesia, por lo que se propone formar maestros que hagan de los jóvenes buenos cristianos y buenos ciudadanos. Marcelino destinará a sus hermanos principalmente a los niños y jóvenes del campo, aunque fundará escuelas también en las pequeñas ciudades.

Los primeros hermanos (1818) se comprometieron a enseñar el catecismo, la oración, la lectura y el respeto por la autoridad (tanto civil como religiosa). Más tarde (1824), ampliará la lista para incluir la escritura, el cálculo, los principios de gramática, el canto y la historia sagrada. Un punto importante a aclarar es que al momento de la fundación el término “hermano” es ambiguo, se refería tanto a la persona laica, que trabaja en la parroquia y entre otras funciones tiene la de maestro de instrucción básica, como a los miembros de una orden religiosa. Esta ambigüedad desaparecerá en pocos años y hacia 1822, se referirá al “Religioso Hermano”, una mezcla de monaquismo y celo apostólico.

Marcelino buscará que sus hermanos adopten el método que utilizaban con éxito los Hermanos de las escuelas cristianas (Lasallistas) en las ciudades. Para esto contratará un maestro formado en dicho método que se conocerá como Método Simultaneo. Además, completará su formación con pequeñas charlas, que su biógrafo, el hermano Juan Bautista (Furet 1856/1989, p. 107-109, citado en Lanfrey, 2015: 263) describirá como: Sus instrucciones eran cortas, pero animadas y llenas de vida; se desarrollaban casi siempre sobre la piedad, la obediencia, la mortificación, el amor a Jesús, la devoción a la Santa Virgen y el celo por la salvación de las almas”.

Entre los temas que abordará estarán la oración como fuente de la virtud y perseverancia, el amor a Jesús y María, la vida religiosa como felicidad plena, y la importancia de la catequesis. Más tarde en 1824 agregará otros temas como son la oración, los sacramentos, la devoción a la Santísima Virgen; la vigilancia a los niños; el respeto a las autoridades civiles y religiosas; el amor al trabajo, el orden y el civismo; y, el buen ejemplo.

Mediante estás pequeñas charlas Marcelino logrará inculcar a los Hermanos una enseñanza espiritual sólida y ofrecerá a la sociedad una educación de calidad en condiciones asequibles.

Un tema importante de estas enseñanzas será el papel de los hermanos, le dará el matiz de vocación y lo comparará con el apostolado de los sacerdotes. Les dirá: Los hermanos deben lanzar la primera semilla y el sacerdote cultivarla”. (Lanfrey 2015:284)
De igual manera les pedirá ser expertos tanto en la instrucción religiosa como en las ciencias, a estas últimas les da el valor de medios. “Los hermanos son maestros pero para ser apóstoles”. (Lanfrey, 2015:285).

De esta manera se puede ver que la identidad del educador (hermano) que visualizaba Marcelino es un apóstol que realiza su misión de educar cristianamente a los niños y jóvenes.


Fuente: Lanfrey, André. (2015). MARCELINO CHAMPAGNAT Y LOS PRIMEROS HERMANOS MARISTAS 1789-1840: Tradición educativa, espiritualidad misionera y congregación. Carisma y principios educativos maristas, Vol. 1. Curitiba (PR): Editora Universitária Champagnat

* Este texto se presentó inicialmente como trabajo en la materia de "Origenes de la Tradición Pedagogica Marista" tomada en el 2016 en la maestría en Carisma y Misión Marista en la PUCPR-Curitiba