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lunes, 7 de agosto de 2017

Fuentes de la Pedagogía Marista




Los maristas celebramos este año 200 años de fundación, considero este tiempo como un regalo de Dios tanto para el Instituto como para las personas que formamos parte de él. Es importante que reflexionemos sobre nuestros orígenes y, los que somos educadores, sobre la forma de llevarla a cabo hoy.


En el presente documento se presentan las fuentes maristas y las cualidades de la escuela marista.


Siguiendo al Hno. Juan Jesús Moral Barrio (2015) se puede afirmar que, al estudiar la pedagogía marista, sobre todo de los orígenes, tenemos cuatro fuentes o como las llama este autor “corrientes de agua viva” (p. 18).


1) La persona del fundador: El carácter y personalidad de Marcelino Champagnat, sus luchas y sus decisiones constituyen una de las fuentes de la pedagogía marista.


2) Las escuelas que promovió. La obra que dejó Marcelino Champagnat, tanto sus usos y costumbres como en la persona de los hermanos que formó.


3) La herencia de las escuelas parroquiales. Marcelino no inventó todo, recibe una herencia de personas que han promovido la educación católica, en este caso hay dos personajes importantes Charles Démia y San Juan Bautista de La Salle.


4) La unión de varias congregaciones, dos congregaciones se unen al poco tiempo de la muerte de Marcelino, los Hermanos de Saint-Paul-Trois-Châteaux y los Hermanos de Viviers, que aportarán sus propias tradiciones.


Existen varias síntesis del estilo educativo marista, que enuncian diversas características. 
Por ejemplo, el Hno. Alves(2002) presenta una síntesis en cinco aspectos: La educación integral: humanizar y personalizar; La educación cristiana (formación de la conciencia); El desarrollo cognitivo (formación de la inteligencia); Las cualidades y espíritu de una buena disciplina (formación de la voluntad); Y, la solidaridad y la participación.

Por su parte el Hno. Bergeret (1993), propone una síntesis en tres aspectos: La pedagogía de la presencia, La pedagogía del equipo y de la comunidad educativa y, la pedagogía de la creatividad y del proyecto.

El Hno. Balko (1990), presenta seis características: La Sencillez en la educación; una educación al servicio de la vida; amor tierno a los niños; Amor al trabajo; Sentido de la persona y la confianza en los jóvenes; y una actitud de no conformismo.


El Hno. Moral (2015) presenta una serie de principios y características de las escuelas fundadas por Marcelino. Como características propias de la educación y que se basan en la Primera Fuente es decir en la persona de Marcelino podemos encontrar:
a) El método de lectura, basado en la nueva pronunciación y la pronunciación de consonantes.
b) Las cualidades de una buena disciplina, sin castigos físicos y basados en la autoridad moral.
c) La importancia que dio a la catequesis.
d) La enseñanza del canto.
e) La formación pedagógica de los hermanos jóvenes.
Estos cinco puntos serían los originales del Fundador y se ven reflejados en su obra.


Además de estas cinco características, tenemos 3 características que se basan en la práctica de los primeros hermanos: (1) La pedagogía del sentido práctico y de la competencia profesional; (2) La pedagogía de la identidad clara, de la vocación y de la donación y, (3) una pedagogía sensible a las necesidades de los niños y jóvenes.


En cuanto a la pedagogía del sentido práctico y competencia profesional, tenemos que tanto Marcelino, como los primeros hermanos, se esforzaban por su actualización y reciclaje. Marcelino (fuente 1) organizará curso de formación en las vacaciones, organizará concursos de caligrafía y lectura entre los alumnos. Los hermanos participarán en esta formación. Además, Los hermanos (fuente 2) adaptarán la enseñanza a las necesidades que van encontrando, tanto en el contexto de Francia como en otros países. Su sentido práctico les permitirá encontrar nuevas estrategias educativas y en su día a día, desarrollarán una serie de soluciones que permitan hacer avanzar a los alumnos, tanto en su conocimiento de Jesús, como de las demás materias escolares. Marcelino no inventará todo, tomará lo mejor de los modelos de educación católica anteriores (fuente 3) como el manual de la Conduite de los Hermanos de La Salle (cfr. Carta 34), y conseguirá que un maestro versado en su método de clases a los primeros hermanos (cfr. Furet 1989, p. 60). El encuentro que se da con el Sr. Mazelier (fuente 4), se da en un contexto práctico, Marcelino busca salvar a sus hermanos del servicio militar obligatorio. Los maristas aprendimos de Marcelino ese sentido educativo-práctico.


De igual manera, para Marcelino (fuente 1), la vocación del hermano educador es una vocación completa. (Cfr. Carta 14). Marcelino luchará frente a los párrocos y otras autoridades para que sus hermanos solamente se ocupen en la educación de los niños y jóvenes, llegando a prohibir otras ocupaciones como las de cantor o sacristán. Estas ocupaciones pueden ser buenas en sí mismas pero restaban tiempo y dedicación a la enseñanza. Esto les permitirá a los hermanos (fuente 2), crecer en los rasgos propios de su vocación y desarrollar una pedagogía propia, basada en la sencillez, la presencia, la vida de familia y la constancia (trabajo). Su vocación según propuso Démia y el Sr. De La Salle (fuente 3), será una vida dedicada a la enseñanza.
En tercer lugar, Marcelino (fuente 1) aportará una pedagogía de la sensibilidad. La educación no es meramente intelectual ni pragmática. Marcelino define la educación en términos afectivos: “Para educar educar a los niños hay que amarlos y amarlos a todos por igual…” (Furet, 1989, Capítulo 23). Es sensible a los niños marginados, a los que no pueden acceder a la educación cristiana que ya dan los Hermanos Lasallistas en las ciudades (cfr. Carta 59). Es sensible al abandono de los niños por parte de los padres, a los niños en las misiones y a los que tienen alguna limitación. Los hermanos (fuente 2) entenderán y seguirán esta sensibilidad, y la transformarán en parte de la disciplina escolar, llegarán a entender que el niño aprende más con los ojos que con los oídos, lo cual significa que el hermano deberá ser modelo del estilo de vida que propone a sus alumnos. Esta para ser visto.


Poco a poco, y en combinación de las fuentes los maristas van descubriendo y construyendo el estilo propio que nos caracteriza en un tejer colectivo sobre la base de las necesidades que van encontrando. 


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[1] Moral Barrio, Juan Jesús (2015). La vitalidad del paradigma educativo marista (1840-1993), Colección Carisma y Principios educativos maristas núm 2. Curitiba: Editora Universitária Champagnat.
junio de 1990. Roma: Casa Generalizia Fratelli Maristi.


[2] Alves, Manoel (2000) A la suite du Fundateur Champagnat. En Cuadernos Maristas no. 18,
marzo de 2000, Roma: Insituto dei Fratelli Maristi.
[3] Bergeret, Maurice (1993). La tradición pedagógica marista. Citado por Villarreal, Guillermo (2013) Representaciones Sociales sobre Derechos de los Niños en los docentes del Instituto del Carmen. Tesis de Doctorado en Educación. Guadalajara: Universidad Marista de Guadajara.
[4] Balko, Alexandre (1990) Marcelino Champagnat Educador. En Cuadernos Maristas. No.l,

* La base del presente texto se presentó como un trabajo de la materia de Tradición Pedagógica Marista y su desenvolvimiento histórico de la Especialidad en Carisma y Principios educativos Maristas de la PUCPR

viernes, 24 de marzo de 2017

La herencia que recibimos los maristas.



Los Laicos y Hermanos Maristas hemos recibido una valiosa herencia tanto de nuestro fundador como de los hermanos y laicos que nos han precedido. Hoy somos herederos de este carisma que es un regalo para la Iglesia y el Mundo. Profundizar esta herencia pasa por el conocimiento de la vida y experiencia espiritual que vivió Marcelino Champagnat. Un símbolo que puede ayudarnos a recordarlo es L’Hermitage, la casa que construyeron Marcelino y los primeros hermanos.

La casa de L’Hermitage, nuestra herencia, nos viene junto con una misión. La misión de la educación cristiana de los niños y jóvenes. Los maristas continuamos un proceso surgido en la Iglesia desde antiguo, primero como catequesis, luego como preparación de sus sacerdotes y religiosos. Poco a poco, a lo largo de los siglos, van surgiendo congregaciones dedicadas a la formación de los niños y jóvenes. Marcelino Champagnat se sitúa en este proceso. Ve una necesidad: la formación de los niños y jóvenes del campo. En este tiempo, los niños de las grandes ciudades de Francia eran atendidos por los Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Sallistas) con ellos resurgen las comunidades de Hermanos, es decir, de cristianos no sacerdotes consagrados a Dios.

Los tiempos de la fundación de los maristas, se sitúan en un contexto político nuevo, la Revolución Francesa. Dicha revolución tuvo un carácter anti-religioso. Marcelino, junto con otros fundadores de su tiempo, sentirá la necesidad de trabajar por la reevangelización de su país (restauración) y por la evangelización del mundo recién descubierto (Islas de Oceanía). Un tiempo de la construcción de un modelo nuevo.

De forma general, los fundadores de congregaciones de este tiempo tendrán una visión de una sociedad corrompida, una visión de una serie de catástrofes apocalípticas que comenzaron en la reforma protestante, continuaron en el siglo de las Luces y seguían durante la revolución francesa y propondrán, como respuesta, un nuevo tipo de religiosos, de tradición misionera cuyo prototipo fue la Sociedad de Jesús (Jesuitas) (Lanfrey 2015: 136).

Marcelino, en el seminario conoce a dos compañeros Courveille y Colin, con ellos y algunos más, formará un grupo de seminaristas piadosos que el terminar su formación se comprometerán en el santuario de Fourvière a la fundación de una sociedad dedicada a María. Ellos lo veían como una respuesta de Dios a esos últimos tiempos que estaban viviendo y se encargarían de la evangelización, para ello realizarían misiones y fundarían escuelas.

Marcelino aporta una idea nueva, un grupo de “hermanos” que se dediquen fuertemente a la parte educativa. Es difícil saber con precisión a qué se refería con Hermanos, podría ser un grupo de laicos piadosos formados como maestros cristianos, especialistas en la catequesis, o podría ser, un grupo de Hermanos, miembros de una congregación religiosa. Este último será la evolución histórica que tomará forma en L´Hermitage. En el prospecto de 1824 dirá:

“Para superar ese inconveniente [dificultades en la educación de las zonas rurales], se ha formado un establecimiento de maestros, bajo el nombre de Hermanitos de María; y en este momento, se construye una casa de ese instituto en el Hermitage de Notre-Dame-sur-Saint- Chamond, departamento de Loire.” (Citado por Lanfrey 2015: 266)

Marcelino Champagnat vio la educación cristiana como una forma de evangelizar. Como un ministerio catequético. En los estatutos de 1836, en el primer artículo dirá:

“Los Hermanitos de María tienen por objeto principal la instrucción primaria; ellos enseñan el catecismo, la lectura, la escritura, el cálculo, los principios de la gramática, el canto de la iglesia y la historia santa. En su enseñanza, siguen el método de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.” (Citado por Lanfrey 2015: 305)

Marcelino pensó en educadores cristianos. Una visión diferente a la de los maestros de la época, y con bases diferentes a las propuestas por la universidad post-revolucionaria. Los Hermanos Educadores debían ser apasionados por Dios, creyentes piadosos (en el lenguaje del Siglo XIX); dedicados a tiempo completo a la formación de la juventud, por lo cual no quería que se involucraran en otras funciones ya sea eclesiásticas (como sacristanes, cantores, lectores, campaneros…) o civiles (como secretarios de los ayuntamientos).

Un aspecto importante es que Marcelino consideraba la educación de niños y jóvenes como una vocación completa. Veía ésta vocación como un apostolado laical. Con esta concepción Marcelino fue punta de lanza en la doctrina de vocación laical y de apostolado de los laicos. Prueba de esto son las cartas de Marcelino al Hermano Bartolomé, por ejemplo, la carta 14:

Sé también que tienen gran número de niños, o sea, que tendrán un gran número de imitadores de sus virtudes, porque sus niños se formarán según sean ustedes, según sean sus ejemplos así ajustarán ellos su conducta. ¡Qué importante es su trabajo y qué sublime! Están continuamente con aquéllos de los que Jesús hacía sus delicias, ya que prohibía expresamente a sus discípulos impedir a los niños acercarse a él. … ¡Oh!, qué bien recibidos serán por este divino maestro, este maestro gene-roso. . . Digan a sus niños que Jesús y María los quieren mucho a todos: a los que son buenos por que se parecen a Jesús Cristo, que es infinitamente bueno, a los que aún no lo son, porque llegarán a serlo. (PS014)

Marcelino reivindicará la vocación de hermanos laicos, autónomos, aunque bajo la dirección de sacerdotes. Marcelino no verá al Hermano como un doméstico sino como un Apóstol-catequista, aunque esto le traerá problemas principalmente con el P. Colin, ya que en ese momento la Iglesia no tenía definido este estado religioso.

Marcelino veía a los jóvenes necesitados de catequistas y educadores por eso forma hermanos, que puedan orientarlos en este tiempo de crisis, que los salven del peligro de los maestros-mercenarios (los maestros de la revolución), que no buscan su desarrollo y salvación, sino que los desorientan tanto con sus palabras como con su forma de vida. El Hermano Juan Bautista, su biógrafo escribirá:

“Si tan sólo se tratase de enseñar la ciencia profana a los niños, no harían falta los hermanos; bastarían los maestros para esa labor. Si sólo pretendiéramos darles instrucción religiosa, nos limitaríamos a ser simples catequistas, reuniéndolos una hora diaria para hacerles recitar la doctrina. Pero nuestra meta es muy superior: queremos educarlos, es decir, darles a conocer sus deberes, enseñarles a cumplirlos, infundirles espíritu, sentimientos y hábitos religiosos, y hacerles adquirir las virtudes de un caballero cristiano. No lo podemos conseguir sin ser pedagogos, sin vivir con los niños, sin que ellos están mucho tiempo con nosotros” (Furet 1989: 547).

Marcelino veía la educación cristiana no solamente como enseñanza del catecismo, quería preparar a los jóvenes para la vida, no solo enseñarles a leer, escribir y contar sino para que lleven una vida íntegra y sean gente de bien. Para hacerlo pedía que los hermanos imitaran a los hermanos de las Escuelas Cristianas, que eduquen a los niños y jóvenes con el método que ellos utilizaban. Tuvo una especial preocupación por los pobres, para llegar a ellos pedía a los hermanos que vivan de forma sencilla.

Con respecto a los maestros que daban clases, revolucionarios y más tarde enviados por la universidad dirá: “no se puede ser un auténtico maestro de enseñanza primaria sin dar prioridad a la educación cristiana” (Lanfrey 2015:337). Por eso daba gran importancia al ejemplo, más tarde afirmará: la principal lección es el ejemplo.

Para llevar a la práctica estas ideas, Marcelino tendrá que superar muchas dificultades. Ya se ha hablado del problema de la identidad de los hermanos y del conflicto con el P. Colin. Además, se tendrá que preocupar de la formación de los hermanos y de la aceptación por el gobierno.

Para formación de los hermanos, Marcelino tiene el doble reto de formarlos como religiosos y como maestros. Para hacerlo construirá la casa de L’Hermitage, que mucho tiempo funcionará como casa central y noviciado, aquí los novicios maristas aprendían a orar, el catecismo y los principios de la vida cristiana, además, aprendían a leer y escribir bien. El hermano Sylvestre, formado L´Hermitage en 1831, describe el noviciado de su tiempo:

En cuanto al personal, se componía de una veintena de hermanos ancianos, empleados en diversos talleres o en otras cosas, y una decena de hermanos jóvenes o novicios, a quienes se daba durante dos horas al día, lecciones de lectura, ortografía, cálculo y sobre todo de catecismo y escritura elemental (Sylvestre 1992: 299, citado por Lanfrey, 2016: 402).

También, en L’Hermitage reunirá a todos los hermanos, en los tiempos de vacaciones, para un retiro espiritual y tiempos de estudio. Esta formación será completada con la vida del día a día en las comunidades, donde, los directores de las escuelas (y al mismo tiempo superiores de la comunidad) tenía el deber de enseñar en la práctica a los hermanos, volverlos maestros y religiosos, apoyados en un horario de estudio y en la práctica diaria. Esta práctica será reflejada en el reglamento de 1837:

[Después de levantarse a las cuatro y de las oraciones,] a las cinco y media se escribe o se hacen algunos modelos [de escritura] si no hay suficientes. A las seis y media, el lunes, martes y miércoles, los hermanos estudian Gramática o preparan el dictado. El viernes y sábado se emplea esta media hora en la Aritmética o en la lectura de manuscritos. Si es necesario, se puede dedicar al estudio de estas materias la media hora de tiempo libre que precede al oficio de la tarde (Règle,1837, p. 16 citado por Lanfrey 2016:400).

Estos ejercicios son presididos por el Director que debe formar en la ciencia a los que están a su cargo. No cabe duda que Marcelino daba importancia a la formación de sus hermanos, logrando que jóvenes hijos de campesinos se volvieran, en pocos años, experimentados evangelizadores y maestros.

Varias cualidades nos deja Marcelino como parte de su herencia. Entre ellas quiero destacar la solución a los problemas prácticos. Marcelino era una persona que experimentaba las dificultades y encontraba la mejor manera de solucionarlas, no se enredaba en teorías, descubrió la necesidad de los niños y jóvenes sin educación y sin catequesis y la resolvió fundando a los maristas. Ante la dificultad de la aprobación civil sabe solucionar las principales adversidades de no contar con ella. Ante la necesidad de una casa más grande, construye.

Marcelino se compromete en la evangelización, se apasiona por Dios y quiere transmitirlo a los demás, hoy que queremos vivir un nuevo comienzo es tiempo de volver a apasionarnos por Dios.

Marcelino sabe confiar en su gente y delega las decisiones en el nivel que corresponde como las necesidades de formación en los directores. De igual manera se preocupa por la formación tanto inicial como permanente, para que responda a las necesidades que existen.

Finalmente creo que Marcelino sabe ver soluciones donde otros ven problemas, quizá esto lo aprendí en L’Hermitage. Creo que es muy conocida la anécdota, cuando en tiempos de Marcelino, los obreros que estaban construyendo L’Hermitage se cansan y le dicen al Padre Champagnat que no se puede cortar la roca, y que el mismo se pone a cortarla con fuerza. Para unos un gran problema, un pequeño valle con una colina de rocas que estorbaba. Pero desde otro punto de vista, seguramente Marcelino consiguió ese terreno por que tenía materia prima para la construcción. La roca para Marcelino en vez de ser un obstáculo era algo con lo cual podría construir. Así construyó L’Hermitage. Construcción que queda como símbolo de la herencia que hemos recibido. Ojalá que nosotros, como Marcelino sepamos ser dignos herederos y donde otros ven problemas nosotros veamos la materia prima para la solución.





Furet, Juan Bautista (1989). VIDA DE JOSÉ BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT. Edición del Bicentenario. Roma: Casa General de los Hermanos Maristas.

Lanfrey, André (2015). MARCELINO CHAMPAGNAT Y LOS PRIMEROS HERMANOS MARISTAS 1789-1840: Tradición educativa, espiritualidad misionera y congregación. Carisma y principios educativos maristas, Vol. 1. Curitiba (PR): Editora Universitária Champagnat



RAYMOND, Borne; SESTER, Paul. CRÓNICAS MARISTAS VI: cartas del P. Champagnat – 2. Biografías y topónimos. Roma: Luis Vives, 1987. Consultado en Internet en: https://sites.google.com/site/cepamlbcartasde/02-ch111000-conjuntos-de-cartas-activas/CartasdeMarcelino.doc?attredirects=0&d=1 en noviembre de 2016


* Este texto se presentó inicialmente como trabajo en la materia de "Origenes de la Tradición Pedagogica Marista" tomada en el 2016 en la maestría en Carisma y Misión Marista en la PUCPR-Curitiba

miércoles, 22 de marzo de 2017

Vivir el carisma marista según el estado de vida.


Quiero continuar la reflexión sobre el laicado marista, ya antes a aprecido el tema en este blog, cuando se habló del carisma marista, lo mismo cuando se habló de los estados de vida, de quién es un laico y sobre el laicado marista.

¿Qué aporta cada estado de vida al carisma marista? Recordemos que el carisma marista según San Marcelino Champagnat, inicialmente se cristalizó como un instituto de vida consagrada laical, lo que hoy llamamos de religiosos hermanos. A partir del Vaticano II se da la apertura a los laicos y se descubre que Dios sucita vocaciones maristas entre los laicos. Esta idea queda reafimada por el Papa Juan Pablo II, cuando en el documento Vita Consecrata afirma: "Debido a las nuevas situaciones, no pocos institutos han llegado a la convicción de que su carisma puede ser compartido con los laicos. Estos son invitados a participar de manera más intesna en la espiritualidad y la misión del instituto mismo. En continuidad con las experiencias históricas de las diversas órdenes seculares o terceras Órdenes se puede decir que ha comenzado un nuevo capítulo, rico en esperanzas, en la historia de las relaciones entre las personas consagradas y el laicado" (VC 54) .

Esta nueva relación sucita todavía desconfianza en algunos hermanos (cuando menos en mi provincia) y confusión en algunos laicos que da la impresión, quieren vivir como religiosos. Esta vida y misión compartida tiene que surgir desde la identidad de cada uno y pasa por el reconocimiento de los propio de cada estado de vida. Solo desde ahí las vocaciones del hermano y del laico podrán ser verdaderamente complementarias. 


¿Qué aporta el hermano marista?

Siguiendo el documento de "En torno a la misma mesa" la vida de los hermanos es: "En respuesta a una llamada de Dios, los hermanos son personas que optan por un estado de vida reconocido en la Iglesia como vida religiosa o vida consagrada. Ellos nos aportan su testimonio del seguimiento de Jesús a través de sus compromisos públicos. (ETMM 18)... Los hermanos nos ofrecen su forma propia de cultivar la espiritualidad, que nos anima a crecer juntos en la fe. El estado de vida del hermano es un signo profético especial para el mundo y los demás cristianos, que nos recuerda nuestra propia llamada a la radicalidad y pasión por Cristo."(ETMM 20)

Por tanto, los hermanos maristas aportan al carisma lo específico de su vocación. El seguimiento radical de Cristo. Su testimonio de la pobreza evangélica, de la castidad y de obediencia enriquece el carisma marista. Además, la vivencia de las bienaventuranzas (Mt. 5) de Jesús, su testimonio de oración y de fraternidad, su libertad para ser enviados testimonia la entrega alegre y generosa en el carisma marista.

Son muchos los religiosos que han vivido el carisma marista. El conocer la vida de los hermanos actuales, junto con la vida de los que ya descansan en el Señor nos permite descubrir la belleza de una vida entregada al Señor.

¿Qué aportan los laicos al carisma?

Nuevamente el documento de "En torno a la misma mesa", nos da pistas importantes: "Los laicos aportamos nuestra forma específica de vivir el carisma marista. Nuestra identidad no se reduce a ser colaboradores de los hermanos (ETMM 21)... El compromiso con las realidades del mundo nos hace signos de Dios en los diferentes ambientes sociales, económicos y políticos en que nos movemos, a la vez que nos capacita para descubrir, con una mirada propia, las llamadas de Dios en esas situaciones. (ETMM 23).

Las laicas y los laicos maristas aportan al carisma lo específico de su vocación. Los laicos siguen a Cristo desde su propio estado de Vida. Es importante resaltar que los laicos se encuentran llamados, igual que los que viven otros estados de vida, a la santidad dentro de la Iglesia. Hoy se encuentran también invitados a participar de una manera plena en la misión y espiritualidad maristas.

Una novedad que la nueva relación entre laicos y hermanos nos aporta es la visión desde el horizonte de la mujer. Dentro del carisma de Champagnat nos ayuda a descubrir nuevos aspectos hasta ahora inexplorados.

Muchos laicos se han comprometido y viven el carisma marista. Es importante que cada uno discierna el nivel de adhesión que quiere tener con el carisma y si es el caso el compromiso que asumirá.

Foto: Diego Torres: Tomada de:  https://pixabay.com/es/playa-océano-gaviotas-para-caminar-1937491/

viernes, 25 de noviembre de 2016

Misión Marista

Hace unas semanas publiqué un post sobre el Carisma Marista. En él indicaba que el Carisma tiene al menos cuatro dimensiones, el espíritu, la espiritualidad, la misión y el estado de vida. Quiero profundizar sobre la Misión. Casualmente en este tiempo participé en el Encuentro Nacional de Fraternidades Maristas. Ahí el Hno. Miguel Ángel Santos, un buen amigo, presentó una ponencia sobre el tema. Voy a retomar libremente algunos puntos de dicha ponencia.



La misión marista es participación la misión de Jesús. Jesús es quién está en el centro. Al leer los evangelios nos encontramos con Jesús que cura, libera a los oprimidos y forma comunidad. Como Jesús estamos llamados a curar, liberar y formar comunidad. Si recordamos Jesús expresa su misión en el pasaje de la Sinagoga de Nazaret. “El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos, y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.” (Lc. 4, 18-19). Un detalle importante es que poco antes de este texto Jesús va al desierto, ahí es donde se deja transformar, purificar.

Jesús encomienda a su Iglesia el continuar su misión, les dirá, “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia.» (Mt. 28, 19-20)

Marcelino vivió este descubrir su vocación. En el silencio de su relación con Dios, se descubre llamado y, después de aceptarla, construye una comunidad para llevarla a cabo. Vivió en el desierto: Un lugar para escuchar a Dios y tener un diálogo con él. Desde el desierto, no podemos seguir siendo los mismos, no podemos actuar igual. Necesitamos seguir caminando de una manera más arraigados en el señor, más proféticos, más en comunión. Es en ese desierto donde Marcelino descubre su misión: Dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar con una presencia significativa entre los niños y jóvenes pobres.

Nosotros Maristas estamos llamados a continuar este llamado. Seguramente en nuestra historia hemos tenido tiempos de desierto. En el descubrimos al Dios que nos ama y nos llama; y que nos impulsa a Dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar.

Hoy esta misma misión nos impulsa y nos lleva a mostrar un Dios vivo, es decir, a compartir la experiencia de fe, no tanto a predicar o adoctrinar, sino mostrar cómo me ha amado de manera única y cómo quiere amar a los jóvenes tal y como son. Es un Dios más interesado en ser vivido que en ser adorado. Esto nos lleva a enfocar visiblemente las fuerzas hacia los pobres y nos invita a estar presentes en las periferias. Este es el significado de “Dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar”

Esta es la misión de María. María fue llamada por Dios a traer a Jesús al mundo. Nosotros también estamos llamados como María, a traer a Jesús al mundo. En este mundo, donde, para algunas personas, quizá seamos la única oportunidad de recibir el cariño de Dios.

Seguir esta misión no es fácil, es parte de la misión de Jesús y sabemos cómo acabó Jesús. Fue rechazado por los que se sentían buenos. Hay gente que no entiende lo que estamos haciendo, y nos critica. Gracias a Dios por esa crítica que nos indica que seguimos a Jesús. Maldito el día en que no seamos criticados, porque entonces no seguiremos a Jesús, seguiremos los principios del mundo. Una ideología, pero no a Jesús. Nos habremos contagiados de otros mensajes, que no son los mensajes de Jesús. Entonces seremos llevados nuevamente al desierto.

Para sostenernos en el camino de Jesús, necesitamos una oración profunda, un encuentro personal y diario con Jesús. También necesitamos sobreponernos a nuestras resistencias e inercias, por ejemplo, las dificultades para trabajar con los pobres, a renovar nuestras comunidades, a vivir fraternalmente, a levantar nuestros escudos defensivos para tener un encuentro real con las personas que me rodean.