lunes, 13 de febrero de 2017

EL “ACORDAOS” EN LA NIEVE


Según el calendario marista el 15 de febrero de 1823 sucedió el acontecimiento que se ha recordado como “El acordaos en la nieve”.



Siguiendo al Hno. Pierre Zind, Marcelino se encuentra en un contexto delicado: Después de la creación de la diócesis de Belley, el proyecto de la Sociedad de María se encuentra dividido y Marcelino ya no tenía esperanzas de poder juntarse con los dos hermanos Colin. en Cerdon (Ain), como lo había pensado en determinado momento. De igual manera Marcelino ha estado meditando partir como “Misionero” a América del Norte (Nueva Orleans, Luisiana), junto con Luis-Guillermo Dubourg quién fue el obispo que lo ordenó. Y la Congregación estaba expuesta a desaparecer en forma inmediata en caso de una muerte accidental de su Fundador.

En el naciente Instituto, El Hno. Juan María Granjon había sido reemplazado en Bourg-Argental, para el año escolar de 1822-1823, por el Hno. Luis (J. B. Audras), a quien le acompañaba el joven Hno. Juan Bautista (Furet). Este había había entrado oficialmente (Toma de Hábito) el 25 de octubre anterior, junto con el Hno. Estanislao (Claudio Fayolle) y algunos más.

En febrero de 1823, pleno invierno en la región, el paisaje cubierto de nieve. el Hno. Juan Bautista (1807-1872), que aún no tenía quince años y medio, cayó gravemente enfermo, todo indicaba que en pocos días moriría. En cuanto el Padre Champagnat se enteró de la triste noticia, partió inmediatamente, acompañado por el Hno. Estanislao (1800-1853) para llevar una última bendición al joven Hermanito antes de su encuentro con Dios.

Según el Hno. Pierre Zind, por los atajos, a través de los montes Pilat (1.434 m.), la distancia entre La Valla y Bourg-Argental era de por lo menos 16 km. y más de cinco horas de camino, a causa de la del relieve y de la nieve. El trayecto se hizo sin mayores problemas, pues era de día; los dos viajeros tenían buena salud: El P. Champagnat tenía 34 años el P. Champagnat y 23 su compañero. Habiendo encontrado al Hno. Juan Bautista ya fuera de peligro y confiando en sus fuerzas, decidieron regresar a La Valla esa misma tarde, a pesar de que había vuelto a nevar y a pesar de las insistencias de los Hermanos y amigos para que se quedaran en Bourg-Argental a pasar la noche.

Salieron al atardecer de Bourg-Argental y poco después los sorprendió una violenta tormenta de nieve. La nieve helada se arremolinaba, azotaba sus rostros, se iba amontonando, borrando el camino, disminuyendo el paso y provocando caídas. Después de haber andado unos 4 km., toda pista había desaparecido y faltaba aún otro tanto para cruzar las montañas entre dos cumbres de 1.336 m. y 1.307 m. Penetraron en el bosque; el viento helado silbaba entre las ramas; reinaba en todas partes una profunda oscuridad. Ateridos por el frío, seguían una marcha cada vez más lenta, sin lograr avanzar: desde hacía varias horas vagaban errantes en medio de la tempestad invernal de la montaña, de la soledad de la noche y de los bosques.

El Hno. Estanislao se sentía desfallecer y tuvo que ser sostenido por el Padre Champagnat. Pero muy pronto él también, vencido por el frío y sofocado por la ventisca, sintió que sus fuerzas le abandonaban. Dirigiéndose entonces al Hermano, le dijo: Amigo, si la Virgen no nos socorre, estamos perdidos; acudamos a Ella y supliquémosle que nos saque del peligro en que nos encontramos de perder la vida en medio de estos bosques y de la nieve”. Pero el Hno. Estanislao ya no le oía y cayó desvanecido en la ladera nevada.

El Padre Marcelino Champagnat se arrodilló entonces al lado del Hermano tendido en la nieve y rezó con fervor la oración atribuida a San Bernardo: “Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que ninguno de cuantos han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado por Vos…” Levantó luego al Hno. Estanislao, lo arrastró unos diez pasos, y de improviso vio brillar una luz que se movía: ¡estaban salvados!

La luz venía de la casa de Sr. José Donnet. Su granja se encontraba un poco apartada de la comuna de Graix, a unos 5 km. al norte de Bourg-Argental. En 1823 tenía en el piso bajo un solo cuarto, que servía de cocina y de dormitorio, y al lado, el establo; sobre ellos, el granero y el desván. Una puerta interior comunicaba con el establo, sin necesidad de salir a la intemperie.

Esa noche, después de cenar, José Donnet, queriendo echar un último vistazo a sus animales, encendió un farol, y sin ninguna razón aparente, movido por una fuerza misteriosa y a pesar del violento temporal de nieve, salió al exterior, sin aprovechar la comunicación interna, tan cómoda, que tenía. Fue precisamente la luz divisada un instante por los dos viajeros perdidos. Juntando las fuerzas que les quedaban, se arrastraron hasta la granja.  Les dieron hospedaje y alimentos con los que pudieron reparar sus fuerzas. A la mañana siguiente, muy temprano, los viajeros reanudaron su viaje a La Valla.

Se cuenta entre los hermanos que, al salir de la casa, al cabo de algunos pasos, el Hno. Estanislao, volvió la mirada para ver la casa de su salvación; “no vio otra cosa más que nieve”. Llegados a la cima del macizo del Pilat, cerca de Palais, se desviaron hacia Tarentaise para llevar al Hno. Lorenzo (Audras) noticias de su hermano: el Hno. Luis (J. B. Audras). Allí contaron la aventura de la víspera al párroco Sr. Préher, quien quedó muy intrigado, pues afirmaba “que no existe ninguna granja al oeste de Graix”.


Bastó eso para que el Hno. Estanislao dedujera que habían sido recibidos por la Sagrada Familia de Nazaret, José, María y el Niño Jesús y que la casa inexistente era un milagro. Y así lo creyó hasta su muerte en 1853.

Marcelino interpretará este suceso de otra manera, lo atribuye a la ayuda de María y de la providencia de Dios, estaba persuadido que la Buena Madre los había protegido milagrosamente y que, sin esta protección maternal, con toda certeza hubieran perecido en la nieve. María quiere su obra y es capaz de intervenir para proteger salvar de la muerte a los que ha elegido para llevarla a cabo. Esto lo animará a seguir con la fundación de los maristas.

El Señor José Donnet vivió hasta los 91 años. Su casa, reparada, ampliada y modernizada existe siempre en lo que fue el “caserío de la Chaperie” en Graix y una placa recuerda a los viajeros y peregrinos la “salvación milagrosa” obrada en esos parajes, tras invocar a la Buena Madre del cielo.


Fotos del Lugar, en la página del Instituto: http://www.champagnat.org/410.php?a=2&id=726&cat=LugaresMaristas

Fuente Principal: Pierre Zind, Acordaos en la Nieve.

1 comentario:

  1. Esta experiencia de Marcelino me recuerda que cuando realmente obramos para la gloria de Dios, Él se nos revela de un modo especial, que ni lo imaginamos...

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