Entre los lemas maristas, uno de los más conocidos es formar "Buenos Cristianos y virtuosos ciudadanos". Esta frase sintetiza dos elementos fundamentales en la pedagogía al estilo marista. Por un lado que los niños y jóvenes adquieran los conocimientos y habilidades que les permitan construir una sociedad más humana. Por el otro lado, se propone orientar a los niños y los jóvenes a la búsqueda incesante de lo espiritual.
Estos dos elementos, no se pueden separar, conforman las dos caras de una misma moneda. Quizá desde tiempos de la Revolución Francesa se ha vivido una dualidad entre la sociedad y la Iglesia, entre la cultura secular y la religiosa. No se puede seguir en esa dualidad. No podemos seguir dividiendo al hombre en carne y espíritu; entre cuerpo y alma; entre fe y razón. La formación de los niños y jóvenes debe constituirse desde una visión integral, que unifique al hombre en todas sus dimensiones.
El proceso de enseñanza-aprendizaje no puede reducirse a la orientación de contenidos y conocimientos científicos exclusivamente; la tarea más esencial de la escuela maristas es presentar el misterio cristianos revelado en Jesús como el fin último de toda vida, individual y social. Dios se ha revelado en Jesús y sigue siendo para nosotros maristas el centro de toda acción pedagógica y fin del instituto.
Al mismo tiempo, se hacen necesarias transmitir a los niños y jóvenes un horizonte de sentido ante la realidad que viven. Se necesita una educación que haga a las personas íntegras y cualificadas en todos los aspectos de su vida.
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